El hombre nace desnudo. En muchos lugares del mundo, el hombre crece desnudo y vive desnudo. En otros lugares, la desnudez es vista como mala, y los hombres se visten con ropas que utilizan para mostrar su profesión o su pertenencia a algunos grupos; en muchas de esas regiones, desnudarse ante otros es un tabú y sólo es válido en un par de casos. En algunos otros lugares, como Japón, el hombre nace desnudo, crece con ropa, pero la desnudez se ve con más naturalidad.
Hace no muchos años los baños públicos en Japón eran lo normal. El común de la gente no tendría en su casa una bañera privada, sino que usaría el baño del pueblo. También era común que los baños públicos fueran unisex. Muchas veces el mismo baño era usado por hombres y mujeres, niños y niñas. Eso fue hace tan poco tiempo que cuando mi profesora de japonés era niña se bañaba en el baño local.
Obviamente, Japón ha cambiado. Ahora es una nación rica donde la gran mayoría de las personas tienen en sus casas un ofuro, o sea, la típica bañera japonesa que es más profunda que larga. Debido a que ya no son necesarios, los baños públicos, o sentô, están disminuyendo en número. Además, por la influencia occidental, sólo en algunas áreas rurales se consiguen sentô mixtos, el resto están separados por género.
Sin embargo, hay un tipo de sentô que se mantiene fuerte: los onsen. La palabra onsen está compuesta por un kanji que significa "agua caliente" y por un kanji que significa "manantial", en otras palabras, onsen significa aguas termales, y son un punto importantísimo dentro de la cultura japonesa. Primero, es una tradición milenaria. Segundo, es muy relajante. Y por último, en Japón es de suma importancia que haya una alta cohesión dentro de los miembros de un grupo, y compartir un baño genera lazos de amistad.
Los onsen también han evolucionado con la riqueza de la nación, ahora muchos son lujosos, algunos convertidos en spa, con hoteles alrededor donde los huéspedes pueden consentirse con costosos banquetes y suaves futones.
Yo sabía de la existencia de los onsen desde mucho antes de venir a Japón. Cualquier persona que vea animé eventualmente se topará con esta muy arraigada tradición. Tan arraigada es que la gente del lab. en el que estudié van a onsen juntos y eso es considerado algo en extremo normal. Por ejemplo, en el gasshuku de verano nos quedamos en una posada japonesa, las habitaciones no tenían ducha, todo el mundo se bañaba en el sentô del hotel. Como sólo nos quedamos una noche, decidí que podía estar 24 horas sin bañarme y evité el sentô. Similarmente, en el gasshuku de invierno nos quedamos en una posada japonesa que tampoco tenía baños en los cuartos, sólo un onsen, pero como eran 2 noches no tuve más opción que bañarme allí. Ahora bien, no me daría por vencido tan fácilmente. Pedí al gerente de la posada que me permitiera usar el onsen luego de la hora de cerrar, de modo de estar solo, cosa que logré.
Del párrafo anterior podemos aprender dos cosas: que las posadas japonesas no tienen duchas privadas y que Simón no ha querido bañarse en público.
Cuéntanos Simón, ¿por qué?
Imagino que porque es más barato construir un edificio con un solo baño que con un baño por habitación, además de que así se sigue la tradición, cosa que fascina a los japoneses.
No me refería a esa parte.
¡Ah! Bueno, la respuesta es simple: ¿Quién quiere estar desnudo con los profesores de su lab? La verdad es que vengo de una cultura extremadamente homofóbica que vería como una aberración semejante escena. No es que sucedan cosas raras en los onsen, para nada, es simplemente un cicatriz mental de la cultura latina. Encima de eso, dicha cultura latina considera la desnudez como un tabú. Por esas razones nunca me he bañado en público, lo que sumado a la pena natural da por resultado una fobia a los onsen y sentô en general.
Pero eso tenía que cambiar. En mi afán por aprender más de la cultura japonesa tarde o temprano me tenía que meter en un onsen. Eso sucedió bastante tarde, luego de haber estado en este país un poco más de 2 años. La ocasión fue la visita de mis hermanos a Japón. Uno de los requerimientos que hizo mi hermana cuando estábamos planeando el viaje era ir a un onsen. Sara está muy interesada en la cultura japonesa (tanto que estudia el idioma), ergo, era imprescindible la ida a un buen onsen.
Como el tiempo no era uno de los lujos del viaje y no podríamos probar varios sitios, tuve que escoger un onsen memorable. Conseguí que Arima Onsen, al lado de Kobe, es uno de los más famosos dentro de Japón y además tiene varios siglos de tradición. Aparentemente es frecuentado desde el siglo VIII y gente famosa en la historia de Japón, como Toyotomi Hideyoshi, visitaba sus aguas.
Arima Onsen no es un solo onsen, es una zona. En esa zona hay dos manantiales, uno es el manantial de oro y el otro es el mantial de plata. El de oro se llama así por su color, que es causado por el hierro que contiene, el otro es cristalino. Alrededor de esos manantiales se han construido varios onsen con diversos servicios y lujos.
Nosotros fuímos a Taiko no Yu porque permiten a los clientes entrar al agua sin tener que hospedarse en el hotel y porque ofrecen 24 diferentes bañeras. Si vamos a ir a un solo onsen mejor ir a uno con mucha variedad :D
Desde Kobe tomamos un tren que llega hasta Arima. En la estación de Arima tomamos un bus para clientes de Taiko no Yu que nos llevó directo al hotel.
Así fue mi experiencia: primero uno deja sus zapatos en unos casilleros en la entrada, en todo el hotel se camina con sandalias. Uno pasa a la recepción y paga la entrada, algo así como USD $25 por todo el día. Ahí uno obtiene una llave de un primer casillero, una yukata (una especie kimono ligero) y un par de toallas, una grande y una muy pequeña.
A continuación uno entra a los primeros vestidores que están separados por sexo. Ahí uno se cambia de ropa a yukata y deja la ropa en el primer casillero. Luego uno va con sus toallas a la sección de onsen. Ahí nos separamos de mi hermana, pues estos onsen también están separados por sexo.
Comprenderán que en ese momento estaba nervioso, primera vez en un onsen, con todo el rollo mental de mi cultura. Sin embargo, lo primero que veo son varios niños corriendo por el segundo vestidor como Dios los trajo al mundo. Al ver a esos niños jugando tan inocentes de todo me dije a mi mismo que desearía ser así y olvidarme de todo el problema occidental del tabú.
Este segundo vestidor es el vestidor de la verdad, pues ahí uno se quita la yukata y la guarda junto con la llave del primer casillero y la toalla grande en un segundo casillero. La toalla grande es la que uno usa para secarse una vez que ha terminado de usar el onsen. La llave de este nuevo casillero incluye una liga de modo que la puedas usar como pulsera. Por cierto, ésa es la respuesta a la milenaria pregunta de "¿qué hacen los nudistas con las llaves del auto?".
Con la llave como pulsera y la toalla pequeña uno pasa del segundo vestidor al sitio donde está el agua. Sin embargo, la toalla chiquita no es suficientemente grande como para cubrir todo. Sólo alcanza para tapar la vanguardia, la retaguardia va desprotegida.
Allí adentro ya pude ver 3 de las 24 bañeras prometidas. La primera es agua cristalina que baja del monte Rokko, y así como viene la vierten en una bañera

es agua fría, no me metí en ese instante. Luego vi 3 bañeras más, una proveniente del manantial de oro, una del manantial de plata y una del de plata mezclada con agua fría:



Sin embargo, uno no se mete al agua así nada más. Hay que bañarse antes. El objetivo del agua termal no es limpiarse, es sanar el cuerpo y relajarse. En cuanto a la sanación, todos los buenos onsen tienen una tablita con la descripción de los minerales que contiene el agua y qué tipo de enfermedades cura.
En cuanto a lo de que es para relajarse y no para limpiarse el cuerpo, bueno, no es una imagen muy inspiradora la de meterse en el agua donde alguien dejó todo el sucio que tenía pegado al cuerpo. Por lo tanto, antes del onsen hay ducha. Uno se sienta en un banquito de madera y se lava con jabón y shampoo líquido que hay a disposición de los clientes. Algunas personas utilizan la toallita para restregar su cuerpo, así que descubrí que no es sólo para mantener un poco de pudor.
Ahora sí que sí, ¡al onsen! Primero probé el de plata mezclada. No estaba tan caliente, estaba perfecta, pude entrar bastante rápido. Me quedé unos minutos ahí, relajado. Sin embargo, como me prometieron 24 bañeras lo que tenía en mente era ir a la siguiente. Probé la de oro. Ésa sí estaba súper caliente, tanto que no pude estar mucho tiempo inmerso. Decidí meter sólo las piernas un rato antes de seguir a la siguiente.
Como no tenía suficiente coraje para meterme en agua fría, decidí subir a la terraza. La terraza no tiene techo, pero sí tiene paredes. Ahí está el resto de las bañeras. La primera que probé es un agua que es una mezcla del manantial de plata con aguas aromáticas. Ese mes tocaba limón. Me imagino que por efectos de aroma-terapia uno se relaja aun más. Olía muy bien.

Estando de onsen en onsen eventualmente uno llega a una conclusión de que la toallita no es tan necesaria. Puedes cubrirte un poco mientras estás afuera del agua, pero está prohibido introducir la toalla en el onsen, así que la persona obsesiva va a estar en un constante maniobrar cada vez que sale o entra al agua. Hay mucha gente que camina sin usarla para cubrirse y no hay ningún problema. La verdad es que el ambiente es muy sano y es visto con naturalidad que la gente ande al natural.
Cuando todas las personas a tu alrededor andan sin tanto problema para taparse, uno se siente un poco tonto esforzándose en seguir una manera de pensar que no tiene validez ahí. Uno se da cuenta de lo absurdo que resulta cubrir una parte arbitraria del cuerpo. Estar como uno es es la acción más lógica y lo adeacuado en ese contexto.
Ya sin mucha pena fuí a probar las bañeras restantes. La siguiente es el agua de ácido carbónico. Ese espacio, un poco aislado del resto, tiene un sistema de iluminación para relajar aun más al cliente. Lo divertido de esta bañera es que gracias al ácido se van formando burbujas sobre tu piel. Es entretenido pasarse la mano por los brazos y reproducir el efecto de un vaso de Coca-cola.

Luego tocó otra agua del manantial de oro.

aparentemente la concentración de minerales en esta agua es mucho mayor que la del piso inferior, por lo que hay que usarla con cautela… También hay una pared de piedra por la que fluye el agua a la bañera, y una especie de silla de piedra en el que puedes sentarte para que tu espalda intercepte la corriente.
Luego de haber pasado por varias bañeras de altas temperaturas uno empieza a pasar calor. Para permitir que el calor se disipe existen este par de charcos:


En el primer caso, uno se puede acostar en el suelo, recostar la cabeza en unos troncos y colocar los pies en agua cristalina. Sorprendentemente, los troncos no son tan incómodos. Como casi todo el cuerpo está afuera del agua la temperatura del mismo baja. En teoría, en el día uno también puede usar ese lugar para tomar baños de sol. El segundo caso es similar, pero sentado.
Luego de enfriarme un rato fuí al kamaburo:

La forma es demasiado graciosa, ¡es un bol! A pesar de causarme gracia, fue la que más me gustó. No sé que manantial es, por ahí decía que tiene germanio, pero el agua tibia cayendo sobre tu espalda es perfecta. Además del agua, la forma de la ponchera es totalmente ergonómica. No hay mucho que hacer, ni a donde moverse, por lo que puedes concentrarte unos minutos en pensar en nada.
Si contamos, hasta ahora me había metido en 8 bañeras. Sin embargo, se acabaron las opciones. Ahí me engañaron. Resulta que del total de 24 bañeras la mitad está en la sección de mujeres. De las 12 en la sección de hombres, hay 3 repetidas que son los kamaburo. A pesar del engaño, no puedo negar que tienen más variedad que la competencia.
La última que probé fue la bañera fría, se siente bien enfriar el cuerpo súbitamente, pero no es para estarse mucho tiempo ahí. Luego de haberte enfriado puedes disfrutar otra vez de bañeras calientes :D
En algún momento coincidí con mi hermano que estaba hablando con un japonés en inglés. Eventualmente me uní a la conversación. El señor estaba muy interesado en qué hago en Japón, mi opinión sobre los onsen y el hecho de que no hay esa cultura en iberoamérica.
¿No te da cosa hablar con alguien sin ropa?
Pues la verdad es que siente igual que hablar con alguien con ropa. Como dije más arriba, el ambiente es muy sano. Pareciera que la forma de pensar es la misma que cuando uno tiene ropa. ¿Qué más puro que eso?
Como ya se acercaba la hora del último tren de regreso, tuvimos que salir de los onsen. Mi hermana olvidó toda noción de tiempo, así que fue necesario que yo le pidiera a una empleada que buscara a una extranjera de nombre Sara en la sección de mujeres, y que por favor la sacara.
Nos tocó correr un poco, pero alcanzamos el último tren.
¡Qué maravilla son los onsen, y qué diferente de como los imaginaba! La gente no está pendiente de nada raro, conversan, hay niños jugando y mucha relajación en un ambiente sano. Habiendo perdido todo el miedo y habiendo aprendido lo bueno que son, en el gasshuku de verano de 2009 (que no blogueé por falta de tiempo) no despericié la ocasión. Ese gasshuku fue en una zona de onsen. Me dio muchísima risa cuando entré a uno y escucho "¡Simón, ¿qué haces aquí?!" dicho por de uno de los profesores quien inmediatamente aseguró su toallita a la cintura.
Ya va, ya va, muy bonito tu cuento, pero ¿qué paso con la moral cristiana y tal? Arriba dijiste que en algunas culturas eso es considerado malo, como en la tuya.
Sí, ya iba a llegar a ese punto. Quien se tome la molestia de investigar un poquito más a fondo y no se limite a lo enseñado en catequesis, conseguirá que no hay problema moral alguno con la desnudez pública.
Cuando uno es niño, tiene una fe de niño y comprende las cosas como un niño. A un niño en catequesis no le van a poder explicar toda la complejidad moral del asunto, así que lo resumen en que andar desnudo en público y ver gente desnuda es malo. Cuando uno es adulto debería tener una fe de adulto y comprender las cosas como un adulto. Leyendo el catecismo de la iglesia (el grueso de tamaño de un Pequeño Larousse, no el resumen tamaño folleto), leyendo encíclicas y libros del Papa Juan Pablo II, hablando con sacerdotes, etc. uno puede comprender lo siguiente: la desnudez no es mala, Dios hizo al hombre desnudo. Lo que puede cambiar la moralidad del asunto es la intención del hombre: si hay lujuria, sí es pecado. Sino, no debería haber problema.
A pesar de que no debería haber problema uno escucha mucho que todo eso es malo. Esto se debe a la sobre-simplificación indebida de que el problema es la visión de occidente: nuestra cultura está acostumbrada a asociar desnudez con sexo, y es una asociación difícil de romper, por lo que exponerse en vano a la desnudez no parece lo más sensato. Por esta razón es que se recomienda prudencia con el pudor.
Luego de experimentar lo bueno y lo natural que resulta andar como Dios hizo al hombre, conseguí que esa asociación de mi cultura es perversa en si. Trae más problemas que beneficios. Sospecho fuertemente que esa es la raíz de muchos problemas en nuestra sociedad. Como no puedo cambiar mi cultura, pero si puedo cambiarme a mí mismo, he decidido escapar de esa forma de pensar y tratar de adoptar un pensamiento más inocente como el japonés. Estar en los onsen ha sido un excelente primer paso.
Nota: las fotos de las bañeras fueron sacadas de la página web de Taiko no Yu. Además, espero que no hubiera nadie esperando fotos con personas.