sábado, octubre 03, 2009

Reunión de bienvenida de Platinum Games

Interrumpo la narración de las vacaciones de verano para un cuento fresco, reciente.

El año fiscal japonés empieza el 1º de abril. Los nuevos empleados empiezan a trabajar ese día luego de ceremonias de bienvenida. Algunas compañías tienen ceremonias tan grandes que la televesión no resiste la tentación de pasarlas por los noticieros. Seis meses antes, el 1º de octubre, se hacen pequeñas reuniones amistosas. No son formales como las ceremonias. Son un preludio de las mismas. Todavía no somos empleados de la compañía, todavía somos naitei-sha, o personas a las que se las ha comunicado la decisión interna de que serán contratadas. Sin embargo, los naitei-sha pronto serán parte del grupo, así que está en orden una pequeña reunión para que empiecen a sentirse parte del equipo de trabajo.

Hace un par de días tuve la proverbial reunión de bienvenida de Platinum Games. Cuando llego a la compañía la puerta estaba siendo abierta para otro futuro empleado que había llegado segundos antes que yo. La secretaria nos hizo pasar a la sala de reuniones. No esa pequeña sala de interrogación donde se llevaron a cabo las entrevistas. No. Esta sala es la sala de reuniones importantes, con mesa de madera, sillas cómodas, televisor gigante y PS3 (¿para los demos?).

El total de naitei-sha eran 10 personas, incluyéndome: 3 programadores, 3 artistas, 3 planificadores y 1 de música/sonido. Para las estadísticas: extranjeros = 1 (yo), mujeres = 1 (artista), personas con experiencia = 1 (planificador).

Mientras esperábamos por los jefes me hice amigo de un planificador de nombre Momotaro. Momotaro es un nombre muy fácil de recordar porque es el nombre de un personaje de un cuento popular japonés. Por lo mismo, es muy raro encontrar a alguien con ese nombre. Es como si en occidente un padre le pusiera por nombre Blancanieves a su hija. Momotaro, el planificador, es muy amable, creo que nos llevaremos bien.

Llegó a la sala Minami-san, el presidente de Platinum Games. Nos saludó. Nos explicó que en un momento nos presentaríamos a los líderes de la compañía y que tendríamos un tour por el área de desarrollo. Y dejó bien claro que, aunque todavía no hemos firmado el contrato, ya somos parte de la compañía, y como tal hay que proteger los secretos de la misma, especialmente ahora que entraríamos a ver qué es lo que se está cocinando en estos momentos.

Entramos al área de desarrollo luego de que el presidente usara su credencial para abrir la puerta de seguridad. Fue como entrar a Disneyland para videojugadores.

No puedo decir nada de lo que vi, pero sólo intenten imaginar: entrar al sitio donde se hacen juegos profesionales, ver qué están haciendo, qué software usan, cómo están agrupados, juegos que no saldrán en meses, etc. Inclusive tuvimos la dicha de que nos presentaran a Mari Shimazaki-san, la artista detrás de Ôkami, Viewtiful Joe y, recientemente, de Mad World.

El tour terminó allí, muy brevemente. Definitivamente, la mejor parte de la tarde.

Al regresar a la sala de reuniones nos presentaron a nuestros futuros jefes y sub-jefes de cada área. Luego, los nuevos nos presentamos. Bajamos al lobby, tomamos unos taxis y llegamos a un izakaya donde tomaríamos y comeríamos.

Me senté en la mesa de los no-jefes, así no sentiría tanta tensión por dar una buena primera impresión. En mi mesa estaban los sub-jefes, incluyendo el de programación, y los artistas nuevos.

Hablamos de todo un poco. Claro está, mi extranjerismo fue, eventualmente, el tema de conversación. Dijeron que mi japonés es muy bueno, y no sólo lo hablado, sino que mi lenguaje corporal es muy japonés. Lo tomé como un halago, aunque quien lo dijo no estaba seguro de que moverse como un japonés sea bueno.

Más tarde regañaron a un nuevo porque yo era más japonés que él: en los grupos se estila que los inferiores le sirvan a los superiores; cuando llegó la sopa me puse a servir dado que sabía que esa es la etiqueta japonesa. Lo mismo cuando llegaban platos y vasos, yo los repartía. Mientras tanto, los otros nuevos no tomaban la iniciativa. "¿Cómo es posible que Shimon sea más japonés que tú?" - le dijeron a un artista.

Desde que llegué a Japón he tratado de implantar la costumbre de que me llamen por mi nombre, no por mi apellido como es la tradición. No es solo es el hecho de que el que me llamen por el apellido sea muy formal, sino que mi nombre mal pronunciado suena mejor que mi apellido mal pronunciado. El japonés es un lenguaje silábico. Entre las sílabas disponibles no se haya "si", lo más cercano es "shi", así que mi nombre suena "Shimon". Ahora bien, como es silábico no hay -r final, ni -z final, así que Ortiz se transforma en "Orutisu" (y eso es para las nuevas generaciones que comprenden la sílaba "ti", porque antes hubiera sido "Oruchisu").

Cuando me presenté dije que por favor me llamaran "Shimon". En la mesa decidieron que eso no estaba bien, que tenían que llamarme por mi apellido. Insistieron que Órutisu suena más cool que Shimon. No tuve remedio que aceptar que me cambiaran el nombre, ¡y ahora con acento en una nueva posición!

También me enteré de que no hay dos extranjeros en Platinum Games. Cuando tuve mi entrevista en Platinum Games utilicé lo que aprendí a través de un post en el blog de la compañía, que hay un norteamericano y un canadiense trabajando allí. Resulta que no, el canadiense estaba por contrato temporal, una ayuda externa, y ya regresó. Resulta que soy el segundo extranjero de Platinum Games y, qué pequeño es el mundo, el norteamericano es mitad venezolano.

La reunión terminó temprano, ellos tenían trabajo al día siguiente y muchos de los nuevos tenían que regresar en tren bala a sus ciudades.

Quedé muy feliz. El ambiente y la gente de la compañía parece ser muy bueno. Quedé fascinado con el área de desarrollo. Espero que trabajar haciendo juegos aquí a partir de abril sea mucho mejor que las aparencias.