domingo, septiembre 20, 2009

Miyajima (Hiroshima 2ª parte)

En frente de Hiroshima hay una pequeña isla conocida como Miyajima, o "la isla de los templos". Como dije en el post anterior, aparte del museo de la bomba no hay alguna otra cosa de gran importancia en Hiroshima, por lo tanto salimos de la ciudad y aprovechamos de visitar esta pequeña pero famosa isla.

En contraste con el viaje del día anterior la isla no ha visto momentos históricos, aquí no hay nada de importancia global. Es una sencilla isla con templos y mucha naturaleza, ideal para los que gustan caminar y relajarse en medio de árboles y antiguos altares.

Como la experiencia nuestra fue más de ver y no de aprender no hay mucho que contar, pero sí hay fotos que mostrar.

No conforme con haber mantenido despiertos a mis hermanos y Jun hasta tarde la noche anterior hice que se levantaran bien tempranito. Muy apurados corrimos por las calles de Hiroshima, tomamos un tranvía hasta la última estación y ahí abordamos un ferry.




El propósito de mi apuro en llegar temprano a la isla era ver el así llamado Torii flotante en la marea más alta del día que resultó ser alrededor de las 9:00am…

El Ô-Torii, o Torii flotante, en verdad no flota. Pero como sus bases se cubren de agua con la marea alta pareciera que lo hiciera. Es un símbolo muy reconocido de Miyajima.




El Ô-Torii pertenece al complejo del templo Itsukushima-jinja. Nos paseamos por el templo.




En el templo se mantiene una figura sagrada de un caballo.



En el centro del complejo exhibían el o-mikoshi y unas flechas ceremoniales que son usadas en un ritual una vez al año.





El árbol es decorado con papel blanco para honrar a la deidad del templo según nos explicó el señor que lo acomodaba.



Las personas anotan sus deseos en tablitas que guindan en una sección del templo. La creencia popular dice que eso hace que el deseo se cumpla. Lo malo es que sus peticiones ahoran están a la vista de los curiosos, como nosotros.




Luego de salir de Itsukushima-jinja llegamos a un área abierta enfrente de un templo budista. Ahí pudimos presenciar una ejecución de tambor japonés. Luego hubo unas danzas con una fuerte influencia indú.







Paseamos un rato por la naturaleza. Miyajima es también famosa por ser un gran parque.

Desde el monte en que nos hayábamos se podía apreciar la pagoda de la Miyajima.



Nos topamos con un árbol sagrado, o sus retos mortales, al que le piden deseos y hacen ofrendas.





Caminamos un poco más entre la naturaleza, disfrutando de riachuelos y puentecitos.



Luego decidimos subir hasta el monte Misen, un monte sagrado para los budistas. Las personas más adeptas al hiking pueden disfrutar de 2 horas de inmersión en los diferentes caminos de la montaña, pero nosotros, turistas cansados, decidimos hacer trampa: nos llegamos hasta el teleférico.

Este monte sagrado está habitado ¡por monos japoneses!



A pesar del ahorro en tiempo por el teleférico no pudimos evitar caminar. Desde la estación hasta el circuito donde se encuentran los templos de interés hay que caminar alrededor de una hora. Caminamos esa hora, pero pareció mucho más.

En templo principal de este circuito de la montaña es uno en donde se preserva una llama encendida hace 1200 años por un famoso monje budista. Esa misma llama se utilizó para encender el pebetero que se encuentra en el Parque Memorial de la Paz en Hiroshima, enfrente del museo de la bomba.




Opuesto al templo de la llama sagrada se encuentran los tesoros.



Mi hermano decidió hacer un ritual shintoísta que se ve mucho en el animé: llamar la atención del dios del templo a través de hacer sonar los cascabeles gigantes. Según el shintoísmo, una vez que has hecho que el dios te preste atención puedes pedirle un deseo. En otros lugares se llama la atención de la deidad al juntar dos veces las palmas.



Luego de caminar por el circuito llegamos a un mirador en la parte más alta del monte Misen. Desde ahí se ve Hiroshima y algunas islas del mar interno de Seto.



Para cuando habíamos llegado arriba la marea había bajado.



Luego de la gran caminata regresamos en teleférico, atravesamos más naturaleza.



Nos dirigimos a visitar por segunda vez el Ô-Torii, esta vez seco. Ésta es la vista del templo Itsukushima-jinja desde donde estaría ocupado por el mar.





Existe la creencia de que quienes crucen el Torii flotante tendrán buena suerte, o se les cumple un deseo, o algo por el estilo. Mi hermanita tuvo que correr porque la marea estaba regresando.



Ya el sol estaba cayendo y todavía teníamos cosas por hacer. Una comida típica de Miyajima es el Momiji-manju-furai:

Manju = dulce japonés, por fuera es panqué, por dentro tiene alguna crema
Momiji-manju = manju en forma de hoja de arce



Momiji-manju-furai = Momiji-manju frito (viene del inglés fry).



Tuvimos problema para encontrar la tienda. Como ya era el ocaso muchos comercios ya habían cerrado. El momiji-manju-furai es bueno, me recuerda bastante al sabor de los churros caraqueños.

Mi hermano, amaestrador de venaditos shika.



Caminando por la calle de las tiendas nos topamos con algunas cosas interesanes, como un refresco sabor a berenjena que tenía que probar. Verán, soy de los que encuentran gusto en comer berenjenas. Era imprescindible que la probara en estado líquido… el refresco no es malo, el sabor del vegetal es bastante sutil.



También pudimos visitar la paleta gigante de arroz. Creo que es la más grande del mundo.



Ya era tarde, era hora de regresar a Hirosihma a tomar el bus nocturno de regreso a Ôsaka. Adiós Miyajima, adiós Hiroshima.

sábado, septiembre 05, 2009

Hiroshima

Mis hermanos ya regresaron. El viaje se acabó. Agosto fue un mes muy ocupado. Teníamos un horario lleno de actividades, un cronograma ambicioso. Después del útlimo post no tuve otra ocasión de acercarme a una computadora. Tan ocupado estaba que hasta se me olvidió twitear . Ahora este mes contaré todo lo que ocurrió el mes pasado, y vamos en orden.

Llegamos a Hiroshima gracias a una compañía de buses fantasma. No tienen parada, no tienen un lugar en el mundo físico. Uno llega a un oscuro lugar en medio de la noche, guiado por un mapa obtenido del rincón más recóndito de internet. De la nada aparecen muchachas con delantales rojos chequeando la información de los pasajeros, los autobuses se materializan, abordas, y todo el teatro desaparece. No queda rastro alguno.

Lo bueno es que son más baratos.

Luego de una nochecita en bus llegamos. El globito rojo marca Hiroshima, en el centro del mapa se puede ver Ôsaka, en el otro extremo pueden encontrar Tôkyô:


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A esta excursión se nos unió Jun, un amigo peruano de la universidad. Y como más es mejor, allá en la estación de Hiroshima se nos unió un gringo de nombre Darrell/Darren/Derreck (no sé, creo que cada vez que le preguntaba el nombre lo cambiaba…).

Conseguimos la estación de tranvías, que es el transporte público por excelencia de Hiroshima, y compramos un ticket de 2 días que nos permite montarnos todo lo que queramos en ese sistema, en el ferry que te lleva a Miyajima y en el teleférico de esta última. Este "2-day ticket" de ¥ 2000 es altamente recomendable, solamente con subirse al teleférico ya le sacas provecho al valor del mismo.

Nos bajamos en la estación de Genbaku-dômu, o "Domo de la bomba atómica". A partir de ese punto uno entra a una dimensión un tanto extraña, donde la historia de Hiroshima se entreteje con la de la bomba, pero donde las cicatrices de la misma están bien cuidadas, y donde todo lo demás está como si nunca hubiera pasado una catástrofe por aquí.



Ése es el domo de la bomba, lo que quedó del Edificio Prefectural de Exibiciones Comerciales. Como la bomba detonó casi verticalmente sobre este edificio pudo resistir mejor la presión de la explosión y por ello quedó en pie. Otras edificaciones que recibieron el impacto más de lado no tuvieron la misma suerte. Recordemos que los edificios están diseñados para soportar presiones verticales, como su propio peso.

También notarán que el domo que le da el nombre a la edificación no está, y es porque al ser de cobre se evaporó instantaneamente con el calor.

Caminamos un poco y conseguimos el hipocentro de la bomba.



Sólo hay un hito marcando el sitio, y una inscripción explicativa. Es raro estar ahí de pie y pensar que hace 64 años ahí arriba ocurrió algo que borró miles de personas en un segundo, y desgració muchas más de por vida.

De regreso al Parque Memorial de la Paz vimos el monumento a los estudiantes movilizados.



Es para recordar a todos los estudiantes que gastaron su juventud en la guerra. Personas que no pudieron continuar sus estudios ni su vida cotidiana porque el Imperio del Sol Naciente los obligaba a ir a la guerra, o a trabajar en fábricas.

Un poco más adelante se encuentra el monumento a la Paz de los Niños.



La niña que está en el tope del monumento es Sadako. Ella sobrevivió la explosión de la bomba porque su casa estaba lejos del hipocentro de la misma, pero la radiación indujo leucemia en ella y murió a los 12 años.

Allí se le ve sosteniendo una grulla hecha de origami (papel doblado). La razón por la que sostiene el origami de grulla, y la razón por la que el monumento es decorado con miles de grullas de papel, es que Sadako dobló cientos de estas grullas.

En Japón se tiene la tradición de que si uno dobla 1000 grullas de papel se le cumple un deseo. Sadako empezó a doblar grullas cuando cayó enferma. Hay personas que dicen que ella no logró doblar las 1000 grullas y que sus amigos completaron las que le faltaron, otra fuente dice que ella pasó las 1000 grullas, pero como su deseo de vivir y sanar no se cumplia seguía doblando incansablemente.

Ahora ahí se exponen grullas dobladas por niños de todo Japón deseando paz en el mundo, y sobre todo, que no se usen más bombas atómicas.



Si se fijan en el detalle de la imagen, notarán que todo está hecho con diminutas grullas de origami.

El punto central del Parque Memorial de la Paz, y la razón principal por la que uno viene a Hiroshima, es el museo de la bomba, o el Museo Memorial de la Paz.



Me sorprendió de manera positiva que lo primero que uno ve al entrar al museo sea una piedra con un pensamiento del Papa Juan Pablo II.



Ir a Hiroshima sin visitar este museo es como no haber ido a Hiroshima. Realmente que uno cambia su punto de vista con respecto a las armas nucleares.

No es que yo haya sido pro-guerras nucleares ni nada por el estilo, pero una cosa es decir que uno está en contra de las armas nucleares porque matan indiscriminadamente a civiles inocentes, y otra cosa es estar conciente y haberse acercado al sufrimiento que desata semejante dispositivo.

Jamás podré transmitir fielmente las cosas de las que uno se da cuenta y lo que uno siente ahí adentro, pero aquí hay una pequeña muestra de lo que uno puede aprender.

La bomba explotó a las 8:15am del 6 de agosto de 1945.



Los Norteamericanos no advirtieron de la bomba atómica a Japón a pesar de que los científicos que trabajaron para desarrollarla se opusieron a que se usara sin previo aviso.

Japón se escogió como objetivo de la bomba porque en caso de que se usara en Europa y la bomba no detonara, los enemigos tenían suficiente desarrollo tecnológico como para aprender de la misma y tal vez duplicarla.

Antes:



Después:



La bomba explotó a 600 mts. de altura, donde se encuentra la esfera roja:



Otra perspectiva:



Sadako utilizó lo que pudo conseguir para hacer sus grullas, incluyendo diminutos envoltorios de plástico que doblaba usando alfileres. Tanto era su deseo de seguir viviendo.




Hay una sección del museo de la que no tomé fotografías. Es deprimente. Es para llorar. Ahí cuentan casos particulares de personas afectadas por la bomba y todo el sufrimiento por el que pasaron.

Justo luego de la bomba el centro de Hiroshima se transformó en un infierno. Todo había desaparecido, y lo que no, estaba en llamas. Las personas que estuvieron lo suficientemente lejos del hipocentro sobrevivieron, pero estaban quemadas por radiación, algunas personas tenían la piel colgando en jirones y caminaban cual muertos vivientes en busca de agua y alivio.

La mayoría de las personas morían a los dos o tres días en hospitales improvisados. Algunos con la piel achicharrada, otros con los patrones de la ropa que llevaban puesta ahora impresos en su cuerpo. Algunos sufrían mutaciones, como una persona cuya uña del índice estuvo expuesta directamente a la radiación y ahora le crecía una uña de color negro, llena de venas; si se cortaba, sangraba copiosamente y generaba mucho dolor.

Muchos padres se acercaron al centro a buscar a sus hijos que habían ido a trabajar en reconstruir edificios para la guerra. Algunos padres encontraban a sus hijos, pero no les reconocían porque estaban desfigurados, sólo por la voz sabían quienes eran. Algunos sólo encontraron restos de la lonchera de almuerzo de sus hijos, alguna pieza de ropa, etc.

La sensación, las fotos de esos momentos, de esa gente sufriendo, hicieron que pensara que los que murieron en la explosión fueron más afortunados que los que sobrevivieron.

Inclusive aquellos que sobrevivieron los dos o tres días más intensos morían a las semanas o meses por efectos de la radiación. Médula ósea afectada, pulmones afectados, entre otros efectos de la radiación, hacían que muchos padecieran.

Personas inocentes, personas que aun estaban en el vientre materno, sufrieron. Se han reportado decenas de casos de personas que nacieron con problemas mentales (creo que el termino es microencefalia) y que están condenadas a vivir así por una guerra en la que no participaron.

Es cierto que Japón entró en la Segunda Guerra Mundial por cuenta propia, pero no es justo que civiles paguen las consecuencias. Después de salir del museo, lo que una vez fue interés por el poder nuclear se convirtió en aborrecimiento por el uso del mismo.

Sé que en el mundo convulsionado en que vivimos, en el que los jefes de algunos estados deberían estar en instituciones psiquiátricas, desear la abolición de las armas nucleares es iluso.

Sin embargo, desearía que los líderes de países racionales pasaran por este museo y vean de cerca las implicaciones del uso de la bomba. Tal vez así se tome más en serio las propuestas de desarme nuclear. Tal vez así llegue un día en que no habrán más ojivas nucleares en existencia.

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Luego de cerca de tres horas en el museo nos separamos del gringo, quien iba video-blogeando su camino, y fuímos a almorzar en algún restaurant de la estación de Hiroshima. Lamantablemente, fue difícil poner de acuerdo cuatro gustos diferentes sobre comida y perdimos mucho tiempo escogiendo dónde comer.

En la calle se me acercó un poeta que me vendió unos haiku en castellano. Aquí reproduzco una de las poesías de Hideo Asano:

"Buda se conquistó
escapando del paraíso
hacia el paraíso"

Aparte del museo del Parque Memorial de la Paz no hay otro sitio de alta importancia que visitar en Hiroshima. De los muchos otros sitios relativamente interesantes escogí visitar un jardín japonés llamado Shukkei-en.

En el pasado formaba parte de una villa de descanso del dueño del castillo de Hiroshima. Hoy en día está abierto al público y es ideal para drenar toda la tensión causada por el museo.



Nos capturaron tomando té imaginario.










Luego de habernos relajado un rato paseando por los confusos caminos del jardín decidimos ir a cenar. En Japón hay un plato llamado "okonomi-yaki", literalmente significa "cocinado a tu gusto", y hay dos estilos: el de Ôsaka y el de Hiroshima.

Básicamente es una tortilla a base de repollo con huevo. Lleva soba (un tipo de tallarín japonés) y algún ingrediente de tu gusto, de ahí el nombre. La diferencia entre los estilos de ambas ciudades es que en Hiroshima los ingredientes se colocan por capas, mientras que en Ôsaka todo es un gran mezclote.

Fuímos a una pequeña tienda de nombre Sankan'ou . Escogimos esa tienda por dos razones: supuestamente es muy buena en calidad y el dueño es un poco otaku.








He comido mucho okonomi-yaki en Ôsaka, y sinceramente pensé que el de Hiroshima no sería mejor, pero este otaku se botó con sus platos. ¡Realmente delicioso!

Cerramos el día en un youth hostel, una especie de hotel para mochileros, de la cadena J-Hoppers .



El cuarto era para dos personas, pero lo pedimos para tres (Jun durmió en otro hostel). Es que como la ceremonia de conmemoración de la bomba estaba a un par de días ya tenían todas las habitaciones llenas. De todas formas estábamos cómodos, y así nos salió más barato :D

El segundo día viene en un post aparte.