martes, septiembre 30, 2008

Una vuelta por Tôkyô

Continúa de Una vuelta por Kansai

Como queríamos llegar a Tôkyô antes del medio día tuvimos que tomar el shinkansen (tren bala japonés) muy temprano, y tuvimos que levantarnos mucho más temprano. Como la noche anterior no logramos acostarnos a una hora razonable pasamos la mayor parte de nuestro viaje durmiendo. Lamentablemente no vimos el Fuji por la ventanilla del tren. No porque estuviéramos dormidos en ese tramo. No, el Fuji estaba nublado.

El shinkansen es bien simpático. Parece un avión. La superficie del tren pareciera estar hecha del mismo material que la de los aviones, y por dentro los asientos han de ser el equivalente a la clase ejecutiva. También tiene carrito con bebidas y comida. Pero aquí tienes que pagar cualquier cosa que desees comer.

Al llegar a Tôkyô decidimos pasar por el hotel a dejar las maletas. Nos quedamos en un business hotel. Son hoteles que están pensados para las personas de negocios, que van un par de días a Tôkyô, resuelven sus asuntos, y se regresan. O para aquellos que se quedaron trabajando hasta muy tarde, las líneas de trenes ya cerraron por el día, y no quieren dormir sobre su escritorio.

Lo bueno es que son económicos. No tienen ningún tipo de servicio a cuarto, o comida. Los baños son públicos y hay máquinas de lavar ropa en la planta baja por si alguien desea llegar al día siguiente con ropa limpia al trabajo.

Empezamos nuestro tour por Tôkyô. Lo primero que vimos fue el templo Sensôji, que queda en Asakusa. Es famoso por ser el templo más antiguo de la capital.





Sin embargo, no sacamos mucho de esa visita por falta de alguien que supiera bien la historia o costumbres del templo.

Cosa curiosa de esa área: un edificio con lo que parece ser una zanahoria dorada encima…



Luego de ahí tomamos tren hasta Ginza, un área llena de tiendas costosas.



Ahí entramos al Sony Building y vimos todos los nuevos productos de la compañía. Desde audífonos hasta cámaras de video. De esa exhibición no hay fotos, pero son dos o tres pisos llenos de productos Sony. Y lo mejor es que te permiten jurungar cualquier cosa, como si uno fuera a comprar.

Probé unos audífonos que se llaman "bocinas personales", y es que realmente son pequeñas bocinas. Guindan de un headset y se mantienen a una distancia adecuada de tu oído mediante un par de ganchos de metal. Como el sonido va dirigido a tu oído nadie más escucha nada, y tu escuchas tu música con una buena calidad. Sin embargo, auguro un futuro muy negro para ese producto. Los ganchos para mantener la distancia son incómodos, y dan un poco de miedo meterse eso en el oído.



Como computistas que somos nos pusimos a jugar con el sistema de detección de rostros de las cámaras. Aprendimos que las cámaras no reconocen rostros de perfil, y tampoco caras que estén de frente pero rotadas. Concluímos que no les costaba nada usar la misma red neural que para rostros no rotados y pasarle la imagen rotada 90 grados…

Luego entramos a Toy Park.



Una juguetería de cuatro o cinco pisos. Estuvo muy divertido. Tenían cosas tradicionales, como rompecabezas; cosas muy tecnológicas como microscópios digitales; cosas singulares, como barba postiza, y se veía muy real; y cualquier cosa que uno podría esperar encontrar en una juguetería.

Así se ve Ginza desde uno de los extremos:



De regreso nos detuvimos a ver la exposición del edificio de Nissan.



Tras el vidrio se encontraba una japonesa hablando de las maravillas del nuevo modelo, pero lo hacía tal cual fuera una propaganda. No había pausas, y su discurso era bien largo. Además, iba mostrando el auto mientras explicaba. Nos metimos a donde se encuentra el carro, para curosear más, ver el tamaño interno del vehículo, etc. Y la señorita seguía hablando como si nada.

La impresión que me quedó de Tôkyô es la imagen de Ginza. Un sitio lleno de energía, gente va para acá y para allá. No es un sitio tan congestionado como esperaba, y todo es muy bonito y limpio.

De Ginza nos fuímos hasta Shibuya. Es ahí donde se encuentra el famoso cruce peatonal rodeado de vallas luminosas. Siempre que en una película aparece Tôkyô colocan imágenes de este cruce. Aunque es más pequeño en persona.





Lo cruzamos. No íbamos a ninún lado, pero igual había que hacerlo.




Nos detuvimos en ese Starbucks Coffee a descansar un rato. Nuestro propósito real era tomar buenas fotos del cruce, pero las cámaras estaban prohibidas…

Abrimos el segundo día yendo a Meiji-jingu, un templo dedicado a la memoria del emperador Meiji y su esposa. El templo está en medio de un bosque en medio de Tôkyô. El bosque no es natural. Es decir, no estaba ahí antes. El bosque se creó con donaciones de árboles. Muchos japoneses de todas partes donaron un arbolito. Los árbolitos crecieron, tuvieron hijos árboles, y ahora tenemos un bosquesote.



El templo en sí no es la gran cosa.



Segunda parada: Akihabara, o como le dicen de cariño, Akiba. Si los otaku (fánaticos del animé, manga y videojuegos) tienen un rincón del mundo para ellos, ése es Akihabara.

AKihabara comenzó humildemente como un distrito de ventas de cosas electrónicas, pero ahora las tiendas para otaku rivalizan en número con las originales.

Conseguimos algo inesperado: Linux Café. Un sitio para reunir la comunidad Open Source de Tôkyô.



Paseamos por ahí, vimos electrónicos, entramos a los edificios dedicados al animé y manga. Luego a los de los videojuegos.






Pero esos edificios no eran para mi. Eran para otaku serios. No conocía casi ninguna de las figuras que tenían del animé. Y en los juegos, no conseguí simuladores interesantes. Lo que abundaba eran juegos de pelea estilo vieja escuela, y gente que bailaba en los juegos de ritmo con una concentración espantosa. No es exageración.

En las calles también se consigue muchachas disfrazadas de maids, o sirvientas francesas, haciendo publicidad a los maid-café, o cafés donde las camareras están disfrazadas de sirvientas francesas.



Es el último grito del entretenimiento otaku. Yo no sé que le ven a los maid-café, así que había que experimentar. Fuímos a uno con mucha publicidad en internet. Se llama Cure Maid Café.

Lamentablemente, la experiencia fue muy negativa. La maid que nos atendió piensa que hablar muy suave, casi a un nivel inaudible, es tierno. Me defiendo con el japonés, pero no con susurros. Cuando le preguntaba qué decía, bajaba más la voz, como si se cohibiese. Por fin entendí que no había mesas de no-fumadores.

Nos sentamos en el área de fumadores y decidimos qué queríamos comer. El menú estaba algo caro, pero pagábamos por la experiencia. La maid vino a atendernos. Todos ordenamos, excepto uno de nosotros que no quería comer.

Caos total. No puede ser que un cliente no pida nada, reglas del establecimiento… Pero tienes otros 3 clientes pidiendo muchas cosas, insisto yo. Se fue a consultar y regresó con muchas disculpas, pero igual todos tenían que pedir algo. A forma de protesta el que no quería comer se fué. Todos los demás nos fuimos para apoyarle. Terminamos almorzando hamburguesas japonesas de la famosa cadena MOS Burger :D

Luego fuimos a Tôkyô Tower. Es como la torre Eiffel japonesa.





Desde ahí se tiene una interesante vista de Tôkyô.





También tienen un altar a un dios. Se supone sea el altar más alto en Tôkyô.



Esa noche cerramos el día en Roppongi Hills, un complejo comercial ultra moderno, nuevo, caro.

Así se ve Tôkyô Tower desde Roppongi Hills:



El último día en Tôkyô fuímos a Nikkô. Nikkô no queda en Tôkyô. Queda a dos largas y somnolientas horas en tren. Hay un refrán japonés que dice "no digas que algo es maravilloso hasta que no hayas visto Nikkô".

Nikkô significa "rayos del sol", pero ese día llovió sin parar. Ahí se encuentra el templo al primer Shogun Tokugawa, pero no entramos. En lugar de eso vimos unos jardines japoneses tradicionales y la colección de ofrendas que en el pasado paises extranjeros han hecho al shogun, a Japón o al templo.







Luego caminamos por la ruta al templo Tokugawa, y por insistencia mía comimos kakigôri de hielo natural. Kakigôri no es más que hielo raspado, con sirop de algún sabor. Se consigue en cualquier parte durante el verano, y es lo que usamos para calmar el calor cada vez que podíamos. Pero el de Nikkô está hecho con hielo natural. Cada invierno hay un estanque en las montañas que se congela. La gente de la tienda corta el hielo y lo almacenan en un gran galpón, sin refrigeración. Cortan suficiente para vender todo el año. Estuvo muy bueno, mejor que todos los kakigôri anteriores. Yo iría de nuevo a Nikkô sólo por el kakigôri (-;




Lo último de Nikkô fue el puente sagrado de Nikkô. Es famoso porque representa un gran paso en tecnología de puentes. Además, por ahí se supone que el monje budista Shodo cruzó el río montado en unas serpientes gigantes.





Muy a mi pesar, sin haberme comido un segundo kakigôri natural, regresamos a Tôkyô.

Subimos al piso 45 de la oficina del gobierno metropolitano de Tôkyô. Ahí se puede obtener otra vista de Tôkyô. Así se ve Tôkyô de noche:




Cerramos nuestra visita a Tôkyô ¡cenando en Hard Rock Café Tôkyô!




Roberto se tuvo que ir muy temprano por la mañana, regresar a Ôsaka en shinkansen y correr hasta el aeropuerto. NL+MB y yo regresamos con más calma, esa noche dormimos de nuevo en mi apartamento y al día siguiente fuímos hasta el aeropuerto junto con una amiga japonesa que habla español.

Yo pasé un par de semanas increíbles, y espero que ellos también. Ya conozco mejor Japón y ya tengo más experiencia para dar tours a los próximos peregrinos

Es bastante entristecedor que se hayan ido mis amigos, pero no había tiempo para pesares, tenía que prepararme para mi pasantía en una compañía japonesa…

Como la mitad de las fotos de este post y del anterior son cortesía de Roberto y NL.

domingo, septiembre 14, 2008

Una vuelta por Kansai

Estando del otro lado del mundo me es muy difícil reunirme con mis amigos. Ninguno de ellos llegaría un día a tocar mi puerta y decir "Hola, estaba por aquí de paso a Siberia y pensé en visitarte". No. Pasarse por Japón es algo que se hace explícita y premeditadamente.

A pesar de llevar aquí casi año y medio, hay muchos sitios famosos de Japón que no conozco. Este verano tuve la gran alegría de recibir en mi apartamento un grupo de 3 viajeros, un subconjunto de mis queridos amigos venezolanos: MB+NL y Roberto (no, no es Raúl, éste es el hermano de NL). Se quedaron en el cuarto de tatami para peregrinos. Por fin se le dio uso al sofá-cama y al futón extra que tengo. Quedamos un poco apretujados, pero así es más divertido.

Para ellos organicé un viaje por Japón, pasaríamos por todos los sitios importantes que fuera itinerariamente posible. Ahora sí, estaba listo para poner muchos checks en mi lista de sitios por visitar (-;

El plan era visitar toda el área de Kansai utilizando como base de operaciones mi apartamento. Luego, ir hasta Tôkyô y ver más cosas allá.

Empezamos el mismo día que llegaron al aeropuerto sobre una isla artificial Kansai International. Había hambre, ¿Adivinan qué fuimos a comer? No, fuímos a comer comida china. Una versión mucho más cercana a la real que la que se consigue en latinoamérica.



Como era tabehôdai (all-you-can-eat) pudimos probar de todo. Podrán notar todos los platos que se acumulaban unos sobre otros.



Nos acompañaron el gringo Luis y su novia coreana Mignon (se pronuncia como el filete). Ahí mis amigos pudieron tener una probadita del profundo pensamiento oriental cuando Mignon les dijo a los hermanos que sus ojos eran iguales. Ellos contestaron que realmente no es así. Ella aclaró que si bien son diferentes, el sentimiento es el mismo.



Como pensé que ellos estarían agotados de un viaje tan largo, el plan para el segundo día era ir a Biwako, o lago Biwa. La idea sonaba relajante. Biwako es el lago más grande de Japón y surte de agua potable a Kyoto, Shiga y creo que Ôsaka. Nos bajamos en la estación de Shiga y conseguimos esto:



Playa lacustre. Los que teníamos traje de baño nos zambullimos, los que no, lo fueron a comprar a la tiendita.

Fue un descubrimiento excelente. Playita era justo lo que necesitábamos para contrarestar el calor del verano. Era como entrar al mar, con la feliz diferencia de que el agua era dulce. Además, habían pequeños riachuelos que fluían desde las montañas, y si te acercabas bajo el agua podías sentir la corriente fría diluirse en el lago.



Esa noche fuímos a cenar a Dôtonbori, un paseo en Ôsaka lleno de tiendas de comida típica.



Ahí probaron tako-yaki, que son unas bolitas de masa rellenas de pulpo y cubiertas con bonito rallado:



La cena real fue en Ichi-ran, una tienda de râmen. En mi humilde opinión, ellos hacen el mejor râmen de Japón. Es una tienda originaria de Fukuoka, y es algo peculiar, pues no hay mesas para grupos. Cada quien come en su sección privada de la barra:




Además de râmen preparan un huevo tibio que es excelente. Todos estuvimos de acuerdo en que era algo especial. Uno pensaría que huevo tibio es igual en todo el mundo, pero no. Yo no sé si por ósmosis hacen que le entre algún ingrediente al huevo, o si alimentan las gallinas con algo especial, pero era realmente bueno.

El tercer día fuímos a la prefectura de Nara. Tuvimos la suerte de contar con un guía natural de allá, un compañero de la maestría que se ofreció.

Por la mañana fuímos a Asuka (se pronuncia Aska, gracias). En el pasado remoto fue capital de Japón (538~710, justo antes de que Nara fuera capital). Ahí se conservan muchos sitios de interés histórico. Pero nosotros fuímos a ver sólo dos cosas.

En primer lugar vimos Ishibutai. Es una tumba del período Asuka construída con rocas de varias toneladas. Ishibutai significa "escenario de piedra", y es que en algún punto de la historia se olvidó que era una tumba y la gente de la zona la usaba como escenario para que las muchachas hicieran sus danzas. No conformes con bailar sobre su tumba, cuando alguien se dio cuenta de lo que era, la saquearon. Ahora adentro no queda nada. Pobre señor noble…




Conseguí un bastón a un precio irresistible. Me la pasé jugando a ser House (de House M.D.) todo el día. Algunos japoneses me veían raro, otros me daban paso prioritario (-;



De segundo vimos la tumba Takamatsu-zuka. Es un ataúd de piedra que estaba enterrado en un túmulo. Lo importante de la urna son las pinturas que adornan sus costados. Son las pinturas japonesas más antiguas que hay. Las pinturas permiten deducir que el difunto era alguien muy importante, tal vez alguien de la familia real. El atúd original está en muy malas condiciones así que exhiben unas réplicas hechas a mano.

Las pinturas estaban bien, pero no eran la gran cosa. Hasta que uno de los guías del lugar se acerco y decidió contarnos toda la historia. Como no hablaba más que japonés me tocó hacer de traductor simultáneo. Lo interesante es el análisis de cada pintura y cómo en conjunto representan una visita de diversos grupos de personas, de diversas partes de Japón, al dueño de la tumba.

De ahí fuímos a la ciudad de Nara. Sólo tuvimos tiempo de visitar el Tôdaiji, el templo en donde se haya una estatua gigante de un Buda hecha en bronce. El templo es la construcción más grande del mundo hecha en madera. Una de las columnas tiene un hueco. Se cree que si pasas por ese agujero quedas exorcizado de los demonios que causan enfermedades.

Roberto lo logró.




Por supuesto, los venaditos sagrados del templo se robaron la atención de mis amigos.





Esa noche la cena fue en el izakaya (taberna japonesa) de siempre. Contamos con la compañía de una amiga japonesa que habla español, una que habla húngaro y el novio de ésta.



El plan para el tercer día fue Himeji-jo, o el Castillo Himeji. Queda bien lejos de Ôsaka, algo así como 2 horas en tren… Lo bueno del castillo es que se conserva tal cual estaba originalmente. No ha sido convertido a museo por dentro ni nada por el estilo.



Pudimos aprender sobre la paranoia de la época. El castillo fue construído para una princesa con un nombre muy largo, ni traté de aprenderlo.



Todo estaba pensado y diseñado en caso de que los fueran a invadir. Había trampas para arrojar piedras y aceite hirviendo por si trataban de escalar las paredes; ahujeros para disparar balas, agujeros para disparar flechas en caso de que lloviera y la polvora no sirviera; escalones irregulares para que se tropezaran al subir las escaleras; caminos falsos que llevan a barrancos; columnas bajas para que los invasores se distrajeran tratando de no golpearse la cabeza mientras los defensores los atacaban por detrás; los espacios debajo del suelo eran hechos muy angostos para que los ninja no pudieran esconderse ahí; etc, etc, etc.

Y la única razón por la que el castillo sigue en pie es que nunca fue atacado…




Esa noche cenamos en Kobe. Lo que quería que experimentaran era la frescura de esa ciudad. No es que tenga buen clima, sino que se siente que es una ciudad recién hecha. Caminamos bajo la noche hasta "Harbor Land", un complejo comercial al lado del mar. Ahí cenamos una receta japonesa llamada Omu-raisu (abreviación de Omelette-Rice) en un restaurant con vista al puerto.




El cuarto día fue la tradicional Kyôto. De cajón que fuímos al Kinkaku-ji. Visitamos otros varios templos.

En el templo Kodaiji pudimos ver una exposición de dibujos de hace 200 años. Unos narraban una guerra entre samuarai y demonios. Los dibujos eran bastante precisos en cuanto a anatomía se refiere. Mostraban huesos, sistemas digestivos y cerebros de los demonios menos afortunados. Tal vez la violencia de algunos animé viene de esa tradición.

También visitamos el Kiyomizudera. Cosas interesantes de este templo: Está costruído sobre columnas de madera recostado de una montaña. No usaron ni un clavo en su construcción. Si saltas desde el escenario que ahí se ve, y sobrevives, se te cumple un deseo. Esa es la leyenda. Lo malo es que la caída son como 15mts. y el fondo está adornado con piedras…




Cenamos sushi. Finalmente. Fuímos a un sitio recomendado por un amigo. Era un kaiten-sushi, o sushi rotatorio. Hay una banda que transporta platicos con 2 unidadades de sushi. Si ves algo que te guste lo agarras, y al final calculan lo que comiste en base al número de platicos vacíos que tienes. El sushi estaba bueno. Y vimos algo inesperado. Sushi de caballo. Ha de ser la versión japonesa del salchichón. De los cuatro viajeros era el único interesado en probarlo, pero por culpa de los 15 platicos anteriores no me cupo :(



Esa noche hicimos las maletas y tratamos (sin éxito) de acostarnos temprano. ¡Al día siguiente partiríamos para Tôkyô en shinkansen!