lunes, abril 30, 2007

Clases de japonés

El día lunes siguiente a mi llegada nos recibieron en Handai (abrv. Ôsaka University en japonés) con un examen de nivelación. Los profesores de japonés ya tenían los resultados de los exámenes de la embajada y de acuerdo a los mismos repartieron distintos tipos de evaluaciones.

Los niveles de estudio del curso intensivo se encuentran discretizados en cuatro bloques: A, no sabes realmente nada o muy poco, sus primeras lecciones son los silabarios; B, en teoría intermedio, medio lees y escribes, puedes mantener una conversación básica; C, avanzado, sabes muchos kanji, puedes hablar sin ningún problema en la calle; y finalmente el nivel en que no necesitas clases, ya eres autosuficiente.

El problema con esta partición del conocimiento del japonés es que es muy burda, separar a las personas en solamente tres cursos es poco práctico. Así empezaron mis problemas con el estudio…

Para empezar, el examen que me asignaron era del nivel C, me impresionó y agradó, pero en verdad yo me consideraba material del nivel B. A pesar de haber estudiado hasta quedarme dormido sobre los libros un par de veces no salí muy bien en el examen, estaba muy bien diseñado. No lo logré. Recibí otro set de exámenes por parte del profesor del nivel C una vez que me había corregido. Eran los del nivel B. Estos sí que los reventé, para estos sí que estaba preparado, definitivamente este era mi nivel.

La profesora del nivel B al corregirme dijo que yo estaba demasiado preparado para la clase intermedia y que me aburriría en el aula. Me debía quedar en el siguiente nivel. El profesor del nivel C dijo que no estaba suficientemente preparado para su curso y que me debía quedar en el anterior. Más pudo éste y al final quedé en el B. Bien por mi, estaba donde pensaba que debería estar.

Las clases empezaron el día jueves. Esos dos días de no-clase fueron de recepciones y tours por la universidad. Me alegró mucho ver la bandera de siete estrellas de Venezuela durante la ceremonia de inauguración en el Meeting hall Icho (árbol japonés, símbolo de Handai).

El día jueves publicaron la lista oficial. Oficialmente estaba en la clase C. Le sube a uno el ánimo que en Japón piensen que su nivel de japonés sea avanzado, pero no todo es color de rosa. Tengo 7 materias, todas sobre japonés, y todas en japonés. En otros niveles se apoyan con el inglés, pero en este si no entiendes algo te tratan de explicar en japonés, a veces no es trivial.

Mi primera clase no estuvo tan mal, pude entender bastante. La siguiente clase fue terrible. "Grammar and technical reading", el texto que teníamos que leer no llegaba a página y media, y yo no pude pasar del primer párrafo. Habían tantos kanji insospechados, las cosas que sí podía leer no entendía su significado y los que sí entendía su significado no los podía leer, tal cual. Luego la profesora empezó a leer en voz alta y ni remotamente podía seguir su velocidad. Para la parte de comentarios sobre la lectura y enseñanzas de gramática ya estaba frustrado. En verdad no entendía nada. Decidí que era mucho nivel para mi y que pediría cambio para el nivel B. Al final de la clase me quedé para conversar con la profesora y comentarle mi mediocre plan. Otras personas se quedaron también con la misma intención. La charla con la profesora (en un frustrado inglés) nos dio a entender que pertenecemos a ese grupo de personas que están atrapadas entre dos nivels debido al burdo particionamiento de las habilidades lingüísticas de los estudiantes. Mi nivel real está en algún punto entre B y C. Si lo deseamos somos bienvenidos en el nivel anterior, pero no nos será de tanto provecho. Nos pidió que probáramos una semana antes de decidirnos finalmente.

Actualmente terminé mi segunda semana del nivel C, estoy trabajando duro y aprendiendo mucho. Me repito constantemente que esto no está trivial, pero vale la pena. En estas dos semanas he pasado de no poder leer mucho en la calle a entender unas cuantas palabras, y con suerte una oración completa.

Las clases de gramática siguen difíciles, pero ahora las preparo con antelación y puedo entender mucho más. Mi clase favorita es la de escritura técnica. Entiendo todo lo que pasa y me parece sencillo. Gracias a Dios puedo escribir mucho. Una buena parte de los compañeros tiene problemas en llegar al mínimo de caracteres en las tareas, yo tengo problemas en decidir que dejar de decir.

Definitivamente la profesora más divertida es una que dicta el curso C. Parece sacada de un anime (animaciín japonesa). Se presenta a sí misma como una persona feliz y dice que se debe a que uno de los kanji en su nombre significa felicidad. Su cosa favorita en la vida es enseñar japonés, lo que más odia en el mundo es que la gente llegue tarde. Habla de una manera muy exagerada, igual con los gestos e interjecciones, su entonación del idioma es muy al estilo de la televisión, pero eso la hace muy divertida y simpática. Siempre me saca una carcajada con sus morisquetas de comiquita.

El grupo del nivel C es bastante heterogéneo. Filipinas, Israel, México, Tailandia, etc. Gente que tiene por buena costumbre bañarse todos los días. En otros cursos no ocurre lo mismo y han tenido que ingeniárselas para crear corrientes de aire con las ventanas de modo de tener aire fresco a la mano. Por el momento he corrido con suerte.

No me queda más que dedicarme mucho a aprender lo más que pueda, despues de todo lo necesitaré para cuando tome clases reales de la maestría. Buena suerte a mi…

lunes, abril 23, 2007

Primeras impresiones

El aire de Japón, en primavera, es frío. Además, tiene un ligero olor a humedad, pero una humedad distinta a la de suramérica. El ambiente es extremadamente tranquilo, reina un silencio de paz. Para mí es parte de su cultura, no hacer ruído. Los carros son pocos, los que hay no hacen bulla y nunca he escuchado a un japonés utilzar el claxon. En los sitios públicos o bien no hablan o lo hacen en una voz baja a moderada. Y es así en todos los lugares: tren, supermercado, calle, tiendas, etc.

Así comenzó mi primera mañana en Japón. Una fría y silenciosa mañana. ¡Y qué mejor manera de despertarse que con el suave y delicado canto de los cuervos!

El plan para ese día era ir al city hall y registrarnos como aliens en Japón (para así cumplir con la ley y ser un alien con certificado y seguro médico).

Recordemos que acababa de llegar a Japón y mi nevera estaba recien enchufada. No tenía nada, ni hielo. Luego de intercambiar un par de oraciones con un conviviente chileno me dirigí al supermercado más cercano con el definido propósito de adquirir mi desayuno. Una práctica típica de las tiendas japonesas es que todas abren exactamente a las 10:00. Muy lamentable para mi pues el grupo para el registro partía de la residencia alrededor de las 9:15. Derrotado regreso a la residencia. Desayuné un poco de piedad de los co-becarios latinos.

Un par de ancianitos fueron quienes nos llevaron al registro. Forman parte de una asociación de voluntarios cuyo fin es ayudar a extranjeros como nosotros. Fueron ellos también quienes nos introdujeron en el arcano arte de tomar un tren en Japón. Este es el procedimiento (a prueba de extranjeros 90% de las veces):

  • buscas en un mapa gigante en qué estación te encuentras: puedes ser analfabeta de kanji, no importa mientras no seas daltónico, tu estación está marcada en rojo

  • buscas la estación a la que deseas ir: la más de las veces los nombres están en kanji y letras occidentales (de ahora en adelante romaji), todavía sin mucho problema

  • al lado de tu destino hay un número, debes depositar dicha cantidad en una maquinita en frente de ti y retirar el boleto

  • con tu boleto cruzas el peaje, listo


Yo estaba muy impresionado por el peaje. No hay barras ni nada que te detenga si quisieras pasar sin boleto. Mi impresión fue "aquí la gente sí es honesta, todos deben pagar su boleto, si ni siquiera tienen algo que impida que entres si no compraste el ticket", pero no. Si te crees muy astuto y piensas que puedes abusar del sistema nipón estás equivocado. Una co-becaria olvidó colocar su boleto en el peaje y al pasar se cerraron una puertecitas de ambos lados, sonó una alarma y se prendieron unas luces rojas… avergonzante.

De nuevo la calma japonesa. En la estacicón nadie hablaba. Estoy de espalda a los rieles conversando con Yuri (un brasileiro) cuando de repente éste me hala y siento detrás de mi una gran presencia acompañada de un golpe de brisa. Sin más bulla que la del viento que desplazaba llegó un tren eléctrico. Más que porque me acabaran de salvar de Dios sabe qué estaba impresionado era por el silencio del tren. Nada parecido al Metro de Caracas. ¡No hacía ningún sonido!

Todo el viaje estuve deleitado por el silencio, lo único que lo rompía era el constante sonido del pasar de las ruedas sobre las juntas de los rieles. El paisaje a los lados del tren era de cuentos: en algunos tramos había árboles; en otros, casitas con el techo de teja negra; pasamos también por un cementerio budista y por un puente moderno sobre un gran río.

Luego de un registro exitoso con subtitulos en inglés los ancianitos nos acompañaron a comprar lo que necesitaríamos estos primeros dís aquí: una arrocera electrónica, y arroz. El arroz es el núcleo de la dieta nipona, es también una forma económica de mantenerse con la barriga llena. Para no perder tan pronto la costumbre latina del grupismo adquirimos una arrocera entre 5 latinos, nos salió en una ganga, como a (USD) $ 5 por cabeza.

Luego de arrastrar nuestro mercado con varios sacos de arroz, leche, algunos víveres y creo que algo de pescado por más de 45 minutos nos dimos cuenta de que algo tenía que cambiar. Eso de andar como si fueramos bípedos no tenía mucho sentido. Empecé a infiltrar la idea de comprar bicicletas en el grupo de nuevos becarios. Para el sábado en la tarde ya tenía un escuadrón de 9 compradores, incluyéndome. De cajón que estábamos los latinos (Brasil×2, Peru×2, Ecuador, Venezuela), también vino Israel y Egipto. Marchamos hasta una tienda por departamento. Mi plan: trivial, descuento por cantidad. Lo logramos, y además nos regalaron una bomba de aire para las llantas. ¡Mwajajajaja!

El transporte por defecto de los estudiantes es la bicicleta, hay inclusive secciones del paso peatonal marcadas para las mismas. Las bicicletas aquí vienen con el paquete completo: luces para la noche, reflectores, parrilla, cestita y timbrecito. *suspiro* Aunque no parezca muy varonil es el estádar aquí. Imagínense una fila muy inestable de 9 extranjeros montado bicicleta en las calles de Japón. Ninguno había montado bicicleta en mucho tiempo, todos estábamos como si acabáramos de aprender ayer, una imagen terrible. Vergüenza.

Hasta aquí todo parece muy bien. En especial el hecho de que llegué un día después de lo planeado. Pero no. La gente del laboratorio de mi tutor de tesis me había preparado una barbacoa sorpresa, para recibirme. ¡El grupo de japoneses con los que trabajaré por 3 o más años había hecho una parrilla a un perfecto desconocido del otro lado del mundo y tuve la descortesía de estar viajando encima del Pacífico! Realmente que me dio mucha vergüenza. Si tan solo hubiera escrito un e-mail desde MX cuando me quedé aquel día…

viernes, abril 13, 2007

Llegando a dormir

He llegado a Japón, finalmente, pero no fue fácil. Al día siguiente casi nos quedamos de nuevo en México debido a que los pasajes que nos dieron quedaron en lista de espera por un estresante y malhumorante largo tiempo.

El vuelo MX-Canada tomó alrededor de 5 horas. No puedo decir que me aburrí. Estuve conversando con un mexicano de nombre Jesús, oriundo de Durango, que se va a vivir a Calgary para trabajar como carpintero, una iniciativa del gobierno canadiense que está importando mano de obra mexicana para trabajar la tierra y realizar otros trabajos artesanales. Uno de los sobrecargos/aeromosos del vuelo se enteró que mi destino era Japón y me pidió que le averiguara los precios de los juguetes de Saint Seiya, porque en México se los están vendiendo muy caro. Eso sí fue gracioso, conseguirse con un fan del animé a 24.000 pies de altura y que me pidiera un favor tan peculiar.

Mi estancia en Vancouver fue realmente breve. Si fue una hora fue mucho tiempo. Hasta ahora ha sido el aeropuerto más impresionante que he visto. Por uno de los pasillos por donde los pasajeros en tránsito debemos pasar hay un ave hecha en hierro y madera gigante colgando del techo sobre un lago artificial con canoa y todo. Parte de tu recorrido es acompañado por una cascada proveniente de la misma laguna.

Ya en la sala de abordage en Canadá me estaba sintiendo en Japón debido a la gran cantidad de japoneses que había en ese vuelo. El vuelo Canadá-Narita duró alrededor de 9 horas, el tiempo pasó volando gracias a quien se sentó a mi lado: una simpática canadiense de nombre Sarah. Rompimos el hielo en algún momento alrededor de la primera comida del avión, y a partir de ese momento no dejamos de hablar. Ella también es becaria de Monbukagakushô así que tuvimos muchas cosas en común para hablar. En particular, me ofreció tips para sobrevivir en Japón, me contó sobre su carrera, jugamos reversi/otello en el controlcito del asiento, me mostró su diccionario electrónico de kanji, etc. Al final me dió su número de teléfono móvil en Japón para ver si nos volvemos a ver.

De Narita me llevé la misma impresión que del aeropuerto Benito Juarez de MX, esperaba mucho más. Una vez superada la eterna fila de registro de inmigración nos esperaba la gente de JASSO (JApan Student Service Organization). Mi vuelo para Ôsaka saldría desde otro aeropuerto en Tôkyô a las 21:00, como eso era muy inconveniente, y por iniciativa propia, me cambiaron a un vuelo a las 18:30 que salía desde Narita. ¡Wow! Primera buena impresión de la amabilidad y atención nipona.

Poco antes de abordar el sueño me estaba venciendo. Mi plan era evitar el Jet-lag a toda costa no durmiendo sino hasta llegar a mi cama en la residencia, no lo logré. En el avión me quedé dormido. En ese estado de pseudo-vigila que uno trata de mantener mal-interpreta ciertas indicaciones en japonés y cree que el avión está por aterrizar cuando falta más de medio recorrido. Perdón al brasilero co-becario que desperté creyendo que ya aterrizabamos…

La vista de Ôsaka desde el avión fue abrumadora, la ciudad se veía iluminada y todos los edificios que veía eran de la embergadura del más alto de Venezuela. Las luces se extendían hasta donde podía ver e iban siguiendo el suave sube-y-baja de las colinas de Ôsaka. No esperaba que fuera una ciudad tan grande, ¡era gigante!

En el aeropuerto de Itami nos esperaba otro grupo de JASSO quien nos dio nuestros primeros yenes de sobrevivencia. El frío era muy molesto. Mientras esperábamos en el "lobby" del aeropuerto era atacado por una muy inconveniente corriente de aire primaveral que entraba gracias a las puertas automáticas del aeropuerto, mismas que se abrían cada vez que a alguien se le entraba la gana de irse del aeropuerto a su casa.

Mis expectativas de poder hablar español en Japón eran nulas, de hecho ya me había hecho a la idea de practicar portugués con los brasileros, pero en el taxi/camioneta de Itami a la residencia descubrí que habían varios latinos más. Una ecuatoriana, un par de peruanos y un brasilero fueron con los que calladamente compartí el camino, callado yo por la falta de energías pues ellos iban hablando de lo lindo allá atrás.

Al llegar a la residencia yo pretendía lanzarme en mi cama y ¡hasta mañana! pero no, no se pudo. Nos dieron un recorrido que recuerdo vagamente por las instalaciones de la residencia. ¿Cómo a alguien a las 23:00 y sin dormir de verdad desde hace como un día le puede importar que la máquina de lavar ropa solamente acepta monedas de (JPY) ¥ 100 ? Y así fue todo el recorrido.

Para el momento en que pude estar a solas en mi cuarto ya me había dado por vencido con mi plan. Estaba espabilado y la cama estaba por tender… ¿ya qué más da? y así decidí tomar una ducha antes de mi primera pernocta en este alejado, desconocido y pequeño país al otro lado del mundo.

miércoles, abril 04, 2007

Simón en México

En mi primer post prometí sucesos insólitos. No he llegado a Japón y ya he acumulado suficiente como para 6 meses…

Luego de una despedida de mi familia con nudos en la garganta y ojos aguados pasé a la sala de espera de mi vuelo a México. Y es aquí donde ya empezamos con mal pie. Al poco tiempo me llamaron a parte a mi y a otro becario. Quien nos solicitaba era la Guardia Nacional, de la sección de drogas ¡Pero si yo no llevo nada ilegal! Me hicieron abrir las dos maletas que llevaba, y registraron entre mi ropa. Aparentemente las maletas de tapa dura las revisan porque entre la tapa y la tela meten drogas… ¿y entonces para que tienen rayos-x? Además, vi el desperdicio de recurso humano más absurdo jamás: tenían a dos soldados (mujeres, pero me niego a decir soldadas) sosteniendo unas handy-cams de modo de grabar el momento en que las maletas salen de una cinta transportadora y así poseer evidencia en caso de que descubran algo; muy bien por lo de la evidencia, pero podrían comprarse dos trípodes, o mejor aun, instalar unas cámaras en el techo…

El vuelo estuvo normal, excepto porque me tocó pasillo y la "administradora" de la cortinilla era un poco inconvivible, ella quería dormir así que nunca pude ver mucho de México desde el avión. Lamentable. He escuchado que la vista es magnífica, se puede ver que la ciudad se extiende hasta donde te permite ver el smog.

Mi primera impresión de México fue: "¿Y este es el aeropuerto…?", en realidad es muy sencillo, te da la impresión de que es todo plano, en el mismo piso. Nada extravagante o impresionante. Como México es un país bastante avanzado en América Latina no creí que su aeropuerto fuera más sencillo que el de Caracas.

En el aeropuerto de México también me hicieron abrir las maletas, también la gente de drogas, sólo que aquí son mucho más amables. Lo que les pareció sospechoso no fue la tapa dura, sino los rayos-x, donde debieron mal interpretar mis cantidades industriales de ropa blanca, toda en paqueticos, como algo más. Luego de que vieron las franelas y medias sospecharon que yo estaba contrabandeando con ropa dada la cantidad exagerdamente abundante de la misma, demasiada para estar sólo un día en México. Todo se resolvió cuando les dije que estaba de escala a Japón donde estaría tres años.

El vuelo a Japón salía en teoría al día siguiente, así que el gobierno de Japón nos pagó una noche en el Hilton Airport Hotel, dentro del mismo aeropuerto. No era ni siquiera la 13:30 hora de México (GMT-5), así que tenía la seria posibilidad de turistear toda la tarde. Los otros dos becarios también se animaron y entre los tres pagamos un tour guiado de 5 horas por la Ciudad de México en una camioneta/taxi. Logré mi objetivo: visitar todas las cosas importantes del D.F. en una tarde ;-)

Lo primerito fue el Zócalo, una plaza muy importante. Ahí están el Palacio de Gobierno, la casa de la gobernación, la Catedral Metropolitana, ruinas de la ciudad de Tenochtitlán, museos, etc. Ni vale la pena las descripciones, las palabras no bastán para describir lo imponente del patio central del Palacio de Gobierno, o los murales del mismo palacio, o la bandera gigante ondeando en el centro del Zócalo, o el antiquísimo órgano de la catedral (dato increíble: la catedral tardó más de 200 años es ser terminada), etc. ¡Si tuviera una cámara digital!

México es totalmente distinto a como nos lo habían pintado. Ahora es muy limpio y seguro, en el centro de la ciudad hay policias en cada esquina, literalmente. Tan seguro es que inclusive el Sr. Daniel (nuestro guía/taxista) dejaba el automóvil abierto y con las llaves puestas cuando nos bajábamos a hacer algo. Además, está muy ordenado, hay pocos vendedores ambulantes, reestructuraron ciertas avenidas de modo que el tráfico ha disminuí (de hecho, nunca estuvimos en un embotellamiento), hay metro, metro-buses, trole-buses y demás.

Otros sitios por donde pasamos: el paseo de la Reforma, finalmente pude ver en vivo el Ángel de la Independencia; la plaza Garibaldi con su gran cantidad de Mariachis to-go; el monumento a las razas; el monumento a las revoluciones; la ahora lujosa Zona Rosa con sus restaurantes y música al aire libre; la colonia (urbanización/área) de Polanco con sus Mercedes y Ferraris, sitio donde viven las niñas fresas; etc.

Nos bajamos en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe. Pude ver el manto original de Juan Diego donde aun está la imagen de la Virgen María que apareció milagrosamente al indiecito Juan Diego. Recuerdo adquirido: rosario de palo de rosa en la Basílica.

Luego de haber visto lo anterior y más volvimos al hotel, y muy temprano al día siguiente nos fuimos a registrar para partir a Japón, pero no nos dejaron abordar el avión… El avión hace escala en Canadá y necesitamos visa de tránsito. En la agencia de viajes donde nos dieron los pasajes nunca dijeron que hacíamos escala en dicho país, la embajada de Japón llamó para confirmar que no pasábamos por Canadá y dijeron que no, que no nos preocupáramos. Se equivocaron garrafalmente.

Llamamos a la embajada de Japón en Venezuela, donde no recibieron muy gratamente esta noticia. Hubo infinitas llamadas entre México y la embajada, con la aerolínea, con la embajada de Canadá en México, etc. Aun así no hubo manera de que nos dejaran abordar. Por un momento pensé que el título de este post sería el nuevo título del blog. A la par de nuestro problema había una protesta por parte de unos argentinos destruyendo propiedad de la aerolínea LAB, la causa es que los han dejado varados en este país, hubo prensa e intervino la policía del aeropuerto; una muestra de nuestro impulsivismo latino. Fue un poco surreal el que nosotros estuvieramos inmersos en un problema diplomático y atrás de nosotros hubiera gente pateando mostradores.

Para solucionar nuestro problema fuimos hasta Polanco en taxi, a la embajada de Canadá. En una hora nos dieron la visa, ¡que viva el poder de las llamadas entre embajadas! A pesar de esta eficiencia el avión ya había partido hace horas, Polanco queda a una hora del aeropuerto: la hora del traslado ida y vuelta + una hora de visa = no lo logramos.

Siguiente paso: cambiar los boletos del vuelo. Hubo una cadena de llamadas tras bastidores que resultó en que Mexicana de Aviación nos diera nuevos boletos con un día de desplazo. Y luego el hotel: más llamadas, pero no nos lo pagaron, nos lo reembolsarían al llegar a Tokyo, factura en mano.

Conclusiones: México es un país que deseo visitar de nuevo, con más calma, está lleno de cosas interesantes, y ni siquiera he visto la cuarta parte de lo que tiene que ofrecer esta ciudad. Además, se anda con tanta tranquilidad en la calle que provaca pasarse unos cuantos días más. Los mexicanos son demasiado amables y atentos, pero sobre todo, son muy optimistas. Con cualquier mexicano con el que he hablado lo único que he recibido son comentarios de ánimo para perseverar en la resolución de los problemas, o comentarios jocosos sobre la corrupción en este país, cualquier punto que haya sido tocado siempre fue abordado desde el lado positivo; eso me impresiona mucho y me llena de satisfacción, es bueno saber que haya un pueblo así de optimista, creyente en su Virgencita y orgulloso de su herencia.