viernes, noviembre 13, 2009

Ceremonia de té

Cualquiera que haya visto Karate-Kid 2 entenderá que existen ceremonias de té. Perdón, quise decir que cualquier persona que tenga conocimientos sobre la cultura japonesa, por más ligeros que estos sean, sabrá que en Japón existe la tradición de la ceremonia del té. Para quienes no hayan visto una ceremonia de té, aquí pueden ver la escena con Daniel-san:



Esa escena es lo poco que sabía de la ceremonia del té, hasta pensaba que era algo sólo para dos. Luego, en la Semana Cultural de Japón organizada por la Embajada de Japón en Venezuela vi algo un poco más elaborado sobre la ceremonia, pero no me quedó mucho de esa exposición: en mi mente la ceremonia del té tarda horas, sentado en una incómoda posición, y sólo para tomar té siguiendo convenciones arcaicas donde hasta el más mínimo movimiento está definido en un guión escrito cuando todavía habían shogunes. Además, para mí en esa época ¡el té verde era terrible!

El tiempo no ha pasado en vano. A razón de que el té verde es ubiquo en Japón (lo hay en estado líquido, en polvo, en helado, en tortas, como crema para tortas, frappe, frappe con leche, galletas, etc.) me he acostumbrado un poquito a su sabor. Más bien había aprendido a tolerarlo. No es un té dulce, es amargo. Al principio no es muy bueno.

El té verde tiene dos presentaciones principales: la más popular es "matcha", o molido en fino polvo; luego está "ryokucha", en este caso se encuentra en pequeñas hojas molidas.

En occidente, si uno toma té es normal acompañarlo con algunos dulces o galletas. A mí nunca se me hubiera ocurrido acompañar matcha de dulces japoneses. Resulta que los japoneses no son conocidos por la calidad de sus dulces. Presumía que en este archipiélago no se daba mucho el azúcar pues la dulzura de sus dulces es en extremo sutil. Tan sutil que si no te concentras, no la encuentras.

Con una preconcepción tan oscura del té y dulces japoneses, ¿qué haría Simón en una ceremonia de té, y cómo llegó allí?

A pesar de vivir en Japón no tengo suficiente tiempo de experimentar cada aspecto de esta cultura. Los momentos en que más aprendo sobre Japón son cuando tengo visitas y me toca llevarlos de paseo. Se me presentó la oportunidad de participar en una ceremonia de té, así que no lo pensé dos veces. Aunque el té sea amargo, tal vez té con cultura sepa mejor.

Mi room-mate Tricia estudia sociología. En su clase de sociología hay una señora que practica la ceremonia del té en Urasenke. Urasenke iba a realizar una ceremonia de té para difundir su conocimiento. La amiga invitó a Tricia + amigos, Tricia me invitó, y así un día sábado tuve que levantarme mucho antes del medio día para estar en Kyoto a tiempo.

Al momento de aceptar la invitación no sabía que Urasenke es una de las principales escuelas de té en Japón. No escuela como "lugar donde enseñan algo", más bien como "conjunto de discípulos y seguidores de una doctrina o arte". La ceremonia del té sería en el cuartel general de esta gran tradición.

Llegamos a los antiguos terrenos de Urasenke. Caminamos entre unos templos y altares hasta el edificio enfrente de la reconocida puerta de la organización.










Aprendí mucho en la ceremonia porque, a medida que la misma avanzaba, era comentada por un experto.

Las ceremonias de té normalmente se realizan con tres o cuatro participantes y una persona que prepara y sirve el té. La experiencia empieza desde el momento en que los participantes se acercan a la casa de té siguiendo un camino recientemente humedecido y rodeado de bambúes. El diseño del jardín y de la casa de té son importantes, prestan el ambiente y los sonidos que enmarcan la ceremonia. No es extraño escuchar una pequeña fuente de bambú. Los participantes beberían té por horas a la par que probarían platos ligeros junto con dulces. El ejecutante prepararía cada taza de té individualmente hasta que los invitados se cansaran de tomar.

Sin embargo, nuestra ceremonia sería diferente. Sí pasé por el camino con naturaleza, pero la ceremonia no sería tan privada. El número de invitados ascendía a veinte. Por el tamaño del grupo no habría comida y no duraría más de media hora.

Algo inesperado fue que la persona que preparaba el té no era japonés, era un norteamericano. Las personas que llevaban el té de la mesa a los invitados también eran gaijin (extranjeros, no japoneses). El comentador explicó que esta ceremonia era presentada por los miembros del Midori-kai. El Midori-kai es una agrupación de extranjeros estudiando la ceremonia del té de modo intensivo. Su estudio dura varios meses. Sus miembros son escogidos de entre las diversas sedes internacionales de Urasenke. Los más destacados alumnos tienen la oportunidad de practicar en la sede principal y aprender la manera tradicional; hasta se visten de kimono todo el día, desde que limpian el tatami temprano por la mañana.

En la ceremonia tradicional, los invitados estarían sentados en el piso de tatami. Sin embargo, esta ceremonia seguía una tradición más moderna. La ceremonia del té no es un rito estático, evoluciona con el tiempo. En el siglo XIX, quien en aquella época fuera el jefe de Urasenke, creó una variación de la ceremonia pensaba para invitados extranjeros. Era la época en que Japón empezaba a abrir sus puertas al resto del mundo. Los extranjeros no están acostumbrados a sentarse en el suelo, se sientan en sillas alrededor de mesas. El jefe de esa época adaptó la ceremonia para invitados en mesas. Esa fue la variación que vimos.

Antes de empezar la preparación del té, a los invitados se les sirve dulce japonés. En este caso era un dulce a base de castañas, de sabor muy ténue, pero empalagoso. Uno debería comer el dulce antes de tomar el té. Párrafos más abajo está el porqué.

El preparador de té estaba sentado frente a una mesa. En la mesa se encontraban las tazas de té, un caldero con agua hirviendo, los utensilios de preparación y el matcha. Igual que se ve en la ceremonia de Daniel-san, el preparador limpia levemente los utensilios con un paño. La limpieza es delicada porque los utensilios ya están limpios de antemano. Todo está lavado antes de que los invitados lleguen. Limpiar los utensilios en frente de los invitados es un símbolo de hospitalidad.

A continuación el preparador toma un poco de té en polvo, lo echa en una taza y le agrega una ración de agua caliente. El té se mezcla con el agua usando un batidor cortado de una pieza de bambú. De hecho, todos los instrumentos son cortados de bambú, todos están hechos de una sola pieza, y los que usaron aquí fueron hechos por maestros reconocidos.

El té se prepara con el oído, dice el comentador. Es importante que el té se mezcle con el agua y el aire, que forme una capa de espuma. El aire presente en la mezcla realza el sabor del té. Por lo tanto, el preparador escucha con atención que el batidor esté generando la espuma, escucha por el aire que se introduce en el agua.

En una ceremonia de tres o cuatro personas, el preparador presentaría la taza al invitado. En este caso, miembros del Midori-kai se encargaban de llevar las tazas. Las tazas son preparadas una por vez. El invitado que recibe una taza no puede esperar a que todos sean servidos, se le enfriaría el té, así que coloca el té entre él y el siguiente invitado, hace una pequeña reverencia y dice "o-saki desu", algo como "con permiso, voy a tomar primero".

La taza es girada por el invitado 180 grados. Cuando el invitado recibe la taza, la cara de la misma está de frente a él. Sin embargo, tomar de la taza con el frente hacia uno es un símbolo de egoísmo. La costosa taza debe poder ser apreciada por todos, así que el invitado la gira 180 grados para que el frente dé al resto del grupo, y bebe. Normalmente, cada taza no contiene más de 3 sorbos.

Cuando te has empalagado con dulce de castañas, esos pocos sorbos lavan tu boca. El amargor del té se mezcla con el dulzor del postre, el aire del té resucita y aviva el sabor del dulce. El sabor sube directamente a tu nariz y sientes el té y el dulce tan presentes como nunca. Fue impactante para mí.

Ahora todo tiene sentido. Los dulces japoneses no son buenos per se. Necesitan el té, están diseñados para ser disfrutados con té verde. El té verde no es muy bueno per se, necesita lavar la melaza dejada por el dulce. Juntos generan una experiencia muy viva. En tres sorbos me volví adictó al té verde con dulce japonés.

La ceremonia terminó luego de una sola taza. ¡Pero qué taza tan buena! No sólo en sabor, sino también en artesanía. Luego de tomar el té puedes entretenerte apreciando la taza. El diseño de la misma es rústico y por ello muy cálido en su sencillez. El diseño de las tazas está influenciado por una filosofía llamada "wabi-sabi". Básicamente, es aceptar que nada es perfecto en el mundo real, en esa aceptación uno puedo encontrar la belleza que brindan las imperfecciones. Es una filosofía antagónica a la de occidente donde la belleza se define por un ideal matemático de tazas perfectamente rendondas y simétricas, de exterior liso cual superficie abstracta. Imagino que hacer de una taza rústica e imperfecta algo bello debe ser un arte muy difícil. No puedo sino admirar la filosofía del wabi-sabi, parece mucho más correcta que la de occidente, no solo en el diseño de utensilios, sino como una visión de la vida.

Al final de la ceremonia es posible acercarse a la mesa para inspeccionar los utensilos, apreciar la belleza de su simplicidad, notar el arreglo floral al fondo de la sala, el pensamiento budista colgado en una pared, etc.

A la salida nos dieron de souvenir un paquete con dulces de Kyoto. Esa noche Tricia preparó ryokucha y traté de revivir la experiencia de la mañana al empalagarme de dulcecitos de azúcar. No es lo mismo matcha preparado por un experto con dulce de castañas, que té hervido en casa con dulcecitos de azúcar, pero aprendí a disfrutar el té verde.

Ahora, dos o tres noches por semana, hacemos té verde y lo mezclamos con dulces. Que adicción tan gratificante :D

Por cierto, notarán que la escena de la ceremonia de té de Karate-Kid 2 es muy acertada. Sin embargo, al final no es costumbre besar al preparador de té. Sobre todo si ambos son hombres.