domingo, noviembre 30, 2014

Joy en Venezuela

Todos los años mi jefe me prometía que el año siguiente yo no podría tomar vacaciones en diciembre ya que estaríamos muy ocupados con las entregas. A finales de 2012 él estuvo en lo correcto, a medias. Con la fecha de entrega entre Navidad y fin de año no pude ir a Venezuela sino para celebrar el Año Nuevo. Invité a Joy a que me acompañara.

En Venezuela es muy normal que uno presenté su novia a sus padres. No tiene especial importancia. En Japón, uno presenta su novia a sus padres cuando ya se van a casar. Similarmente en Filipinas.

Podrán imaginarse la conmoción en Japón cuando nuestros amigos, colegas y demás se enteran que llevo a Joy a Venezuela. "¡Eh! ¿Se van a casar?"

Sin embargo, Joy no tenía esas expectativas. Ella sabía que la cultura venezolana es diferente. Ella decidió acompañarme para poder conocerme mejor a través de conocer a mi familia, mis amigos y los lugares donde crecí.

Joy nunca había viajado tan lejos. Para ella un vuelo largo es de 6 horas. Para ir a Venezuela viajamos alrededor de 12 horas de Osaka a París, pernoctamos en un hotel cerca del aeropuerto, y luego viajamos otro tanto a Caracas. Lo que para mí se había vuelto un vuelo normal a ella la estaba volviendo loca.

El shock cultural inverso que siempre me llevo al llegar a Caracas es el nivel de ruído en el aeropuerto. Uno no puede conversar con la persona que tiene al lado. Muy distinto es en Japón donde el aeropuerto tiene un silencio de biblioteca.

A Joy no le sorprendió el ruído, sino las mujeres. Nunca había visto tantas mujeres con la retaguardia y la vanguardia tan voluminosas. Y nunca jamás se la habían llevado por delante con dichos volúmenes.

Joy se quedó en mi casa. Se convirtió en una hija más de mis padres. Comió las mismas comidas, se acostó y se levantó con nuestro horario, fue a la iglesia con nosotros, todo igual a los demás. La única diferencia era que hacía falta quien tradujera del castellano al inglés.

El 31 de dicimebre tuvimos una cena en mi casa con el abuelo, como es tradición familiar. Fue un año nuevo interesante porque se sentía como si la familia estuviera creciendo. El abuelo estaba muy feliz. Joy pudo probar platos venezolanos, como el pan de jamón y el dulce de lechosa, y también platos portugueses, como las paletas de cochino al estilo de Madeira. Lo de los platos portugueses viene de que la mitad de mi familia es portuguesa.

Luego de la celebración de año nuevo teníamos dos cursos: el curso personal y el curso turístico.

Por el lado personal llevé a Joy al colegio donde estudié primaria y secundaria. El colegio de puros varones, todos uniformados, la arquitectura del lugar, la formalidad de los profesores y demás le recordó la película Dead Poet Society.

Visitamos a mi abuela y abuelo. No se esperaba que en casa de mi abuela hubiera morrocoyes de mascota. "¿Quién tiene tortugas en su patio trasero?". En Filipinas las únicas personas que tienen tortugas de mascota son los chinos, por lo de la buena suerte. Qué coincidencia tan curiosa entre los chinos de filipinas y los guayaneses de Caracas.

Mi abuela era profesora de arte en sus años mozos. Tiene toda su casa adornada con platos, estatuillas y pinturas que ella mismo hizo. Joy es programadora en el día, pero es artista en su tiempo libre. Parece que Joy se identificó mucho con el trabajo de la abuela. Los lazos entre las dos artistas se afianzaron luego de las ocurrencias y chistes de mi abuela, además de las advertencias de lo que tendría que soportar si se casara conmigo... ¡No te apures abuela!

En cuanto a mi abuelo, Joy se deleitó con los cuentos de la vida en Portugal y de cómo mi abuelo se abrió camino al llegar a Venezuela.

Uno de los placeres que tengo cuando soy guía turístico es el de ver a las personas sorprenderse con algo nuevo o inesperado. Yo esperaba que la comida venezolana causara muchas impresiones en Joy. Mas el impresionado fui yo.

Cuando la llevo a comer lengua, me dice que "sabe a caldereta". Cuando en mi casa le damos quesillo, me dice "ah, sí, leche-flan". ¡Te aseguro que no te has comido una guanábana! "Le decimos guyabano". La influencia española en sus colonias fue mayor de lo que imaginaba.

Ahora bien, sí fue nuevo para ella la manera en que usamos las frutas. Por ejemplo, hay tiendas que preparan helado de guanábana, o en mi casa se hace dulce de lechosa y jalea de mango. En Filipinas las frutas se comen naturales.

Joy quedó impresionada con la complejidad de las recetas venezolanas. En Filipinas muchas recetas salen en poco tiempo. Pero cada vez que le preguntaba una receta a mi mamá, o al abuelo, o a la madre de un amigo, todo el mundo le decía "facilito" y presentaban una receta de horas, con varios pasos y un montón de ingredientes.

Por último, a Joy le llamó la atención el hecho de que cada familia tiene su propia variación de las recetas, y de que en cada casa la comida navideña varía mucho, cada quien según su lugar de origen. El ejemplo más fácil es la hallaca, cada casa la hace de manera distinta, y como dicen "la mejor hallaca la hace mi mamá".

En Japón y en Filipinas hay muy poco contacto físico entre las personas. En lugar de darse la mano, aquí la gente hace una reverencia. En lugar de un abrazo, una inclinación de cabeza.

Joy no estaba preparada para que la manosearan tanto. Cuando a uno le presentan a alguien, esa presentación viene con dos besos y un abrazo. ¿Ya te vas? Venga un abrazote, aunque nos vayamos a ver mañana. Y es imposible que alguien te hable sin tocarte una vez por oración.

Por supuesto, aprovechamos para turistear y mostrarle a Joy algunas partes de Venezuela. Mi familia también aprovechó para conocer sitios a los que no habíamos ido antes. Ustedes saben que cuando uno vive en un lugar uno siempre deja los sitios turísticos para más tarde, indefinidamente.

Llevamos a Joy al cerro el Ávila, la montaña que separa a Caracas del mar Caribe. Subimos en teleférico. El viaje en el funicular es agradable y la vista de Caracas es sin igual. Lo malo es que no hay mucho que hacer en la cima, y hay que hacer largas colas para tomar el teleférico en ambas direcciones.



Visitamos por primera vez la Hacienda Santa Teresa, donde se produce el ron homónimo. Nos pasearon entre las cañas de azúcar, nos mostraron las barricas de añejamiento, y nos dieron una cata de ron.

A mí me gustó descubrir que en el pasado habían trenes hacia Caracas. En Santa Teresa se mantiene una antigua estación y una locomotora.





Visitamos el pueblo de El Hatillo, con sus pintorescas casas. A parte de probar la chicha venezolana Joy también exploró el arte criollo en la tienda Hansy.





Por último, Joy, mi hermana y yo nos fuímos un día a Los Roques, un archipiélago en el Caribe. Fue primera vez para los tres. Los venezolanos estamos muy orgullosos de nuestras playas. Pero de la misma forma que la comida venezolana es parecida a la filipina, para Joy Los Roques le recuerda a Boracay.



Luego de un par de semanas con mi familia, de haber conocido a mis mejores amigos, compartido en algunas de sus casas, y de haber visto de dónde vengo, parece que Joy me entiende mejor. O por lo menos dice que ahora entiende de dónde vienen ciertos comportamientos míos.

A principios de 2013 tomamos un avión de regreso a Japón, vía París. A diferencia del vuelo de ida no hacía falta pernoctar, sino esperar en el aeropuerto un par de horas... ¿Pero quién va a dejar que el horario de los aviones dicte su estadía en París?