jueves, julio 31, 2008

Zarandeando dioses

Sugawara no Michizane fue un académico y político de la era Heian de Japón (la era Heian va desde 794 hasta 1185). Todo le iba muy bien a Sugawara, había logrado las más altas distinciones como académico en la época, el gobierno le encomendaba altos cargos, hacía las veces de diplomático, etc. Eso fue hasta que Fujiwara no Tokihira se encargó de tenderle una trampa. Como Sugawara no tenía medios de demostrar que era inocente fue exiliado y despojado de todos los cargos y distinciones.

Sugawara murió en el exilio. A poco de su muerte empezaron a ocurrir catástrofes en Kyôto, la capital de la época. Rayos cayeron sobre el palacio imperial, hubo inundaciones, incendios, plagas. Los hijos del emperador Daigo murieron uno tras otro y las casas y propiedades de la familia Fujiwara quedaron destruidas. La familia imperial concluyó que todo era debido a que el espíritu de Sugawara estaba molesto, y que fue exiliado injustamente. Para calmar su ira, se le retornaron sus cargos a manera póstuma, se le construyó un templo y se ordenó que se le adorara bajo el nuevo nombre de "Tenjin". Eso fue a principios del siglo X.

Como Sugawara era académico, poco a poco fue ganando popularidad como el dios de los estudios, y ése es su título hoy en día. En el shinto (religión tradicional de Japón) se cree que su espíritu reside en un templo en Kyûshû. Una vez al año lo traen a pasear a Ôsaka y lo llevan al templo Tenmangu. El pueblo de Ôsaka quiere mostrarle a ese espíritu que es un pueblo lleno de energía y vitalidad, así que se organizan 2 días seguidos de festival.

Ahí es donde entro yo. A través de Daniel, el mexicano, conseguimos un contacto con el jefe de Ikeda-chô (colonia/pueblo/urbanización Ikeda). En Ikeda-chô necesitaban gente joven que les ayudara a cargar el o-mikoshi. Japón tiene problemas de baja natalidad, y a muchos de los pocos jóvenes que viven en Ikeda no les llama la atención el festival.

Según lo que me contaron previo al festival cada "pueblo" lleva un o-mikoshi en procesión por una larga calle hasta llegar al templo Tenmangu, y luego cada grupo se regresa con sus respectivos relicarios.

Y todo había empezado muy bien. Llegamos los extranjeros a una especie de casa pública de Ikeda. Ahí nos dieron la vestimenta tradicional de Ikeda. Como no sabíamos colocarnos la faja ni el cinturón nos tuvieron que ayudar a vestirnos. Resultado, un grupo de extranjeros llenos de energía, vestidos como japoneses:





Aparentemente la vestimenta se debe llevar medio abierta de modo que se vea la faja, porque aquí eso es percibido como muy masculino. La función de la muy apretada faja es absorber parte del sudor (estamos en medio del ardiente verano) y proteger la espalda del esfuerzo que haríamos al cargar el o-mikoshi.

El símbolo de Ikeda-chô es una especia de flor



En lugar de zapatos usamos jika-tabi, que están hechos de tela. La característica es que tienen una separación entre el pulgar del pie y el resto de los dedos. Parecen pies blancos de tortuga ninja ;-)



Desde la ventana pudimos ver pasar lo que parecía ser otra procesión.



Y a todas estas, ¿Qué es el o-mikoshi? Esto es un o-mikoshi:




Es una especie de templo portátil, o como un relicario. Adentro va un objeto que se supone contiene el espíritu protector de ese pueblo. Nosotros ayudaríamos a cargarlo.

Podrán notar las fuertes amarras, que serían necesarias luego:



Me impresionó, y mereció nuestros aplausos, ver regresar a no-sé-qué-pueblo llevando su o-mikoshi a brincos. Lamentablemente no pude enderezar el video, así que tendrán que rotar su cabeza 90 grados:



Yo pensaba que llevar el o-mikoshi a brincos era algo característico de ese pueblo en particular, pero no. A poco de haber levantado el o-mikoshi nos dijeron que practicáramos una vez nuestras rutina. La misma consistía en, literalmente, zarandear el o-mikoshi, luego darle vueltas y por último tirarlo arriba y atraparlo tres veces.

Nuevo shock cultural para mi: ¿Que no se supone que ellos creen que ahí adentro va el espíritu protector de Ikeda? La verdad es que no entiendo como mezclan deidades, respeto y zarandeo…

Finalmente partimos. Caminamos un poco y entramos al shôtengai de Tenjin (shôtengai: calle de comercios cubierta; por cierto, con 2.6Km éste es el más largo de Japón). La idea era que llevaramos el o-mikoshi a través del shôtengai hasta el templo. En algún momento pensé que eso de girar y zarandear el o-mikoshi sería sólo un par de veces, tal vez al llegar al templo y otra más al regresar, pero no.






Cada vez que el shôtengai era cruzado por una calle teníamos que hacer la rutina energética. Es decir, ¡en cada esquina! Yo me tomé un descanso a la mitad del camino de ida, había gente suficiente para turnarse.



Me pareció bastante gracioso que en uno de los cruces donde hacíamos nuestra rutina un conductor bastante amargado no se caló que le quitaramos tiempo de luz verde y se puso a tocarnos corneta.

Finalmente llegamos al templo. La gente se tomó un descanso antes de entrar. Pude ver un grupo de tres o-mikoshi dentro del templo, y cómo sus grupos los llevaban por el templo con calma.




Como entrar con el o-mikoshi al templo era lo principal de la procesión decidí que tenía que ser uno de los que lo llevara. Logré agarrar una columna y entre muy rimbombante al templo, pensando que sólo nos tocaría presentarlo. Pero no, había más. Lo que teníamos que hacer era la rutina, tres veces seguida y sin parar. A mitad de la rutina alguien tomó un balde de agua fría y nos lo echó encima. El gesto era muy apreciado por mi, que me estaba secando bajo el ardiente sol de verano, pero hacía que agarrar el o-mikoshi fuera más difícil.





Algo bien interesante del templo era la gente ejecutando la "danza del dragón". El dragón es un animal sagrado, así que su danza era apropiada para el festival.



El camino de regreso era lo peor, pues ya estábamos cansados e igual había que zarandear el perol en cada esquina.

Muchas veces teníamos que hacernos a un lado porque venía una procesión en sentido contrario. Las que llevaban o-mikoshi hacían la misma rutina que nosotros, pero habían otros grupos. El que más me gusto, mucho más que los de los o-mikoshi, era un grupo de muchachas que iban bailando. Llevaban paraguas y atrás venía un grupo de músicos japoneses.





Cargar el o-mikoshi no estuvo fácil. No creo que haga falta mencionar que terminé con moretones y dolores de hombros. Pero hubo sus recompensas. Cada vez que nos deteníamos a descansar alguna tienda nos regalaba agua o té, un edificio nos dió hielo raspado, incluso había cerveza en algunos sitios.

Lo bueno es que pude participar de un festival. No pude ver las otras partes del mismo debido a que estaba en la fase de exámenes finales. Hay una procesión menos agitada por una calle principal y hay una de barcos, en la noche, cuando se llevan la reliquia de Sugawara de regreso a Kyûshû. El broche de oro son los fuegos artificiales a la par de los botes, pero eso quedará para el año que viene.

Más fotos en: http://picasaweb.google.com/O.Simon/FestivalDeTenjin

Fotos y videos cortesía de Andrea, mi room-mate. ¡Yo estaba cargando el perol!