viernes, octubre 31, 2014

El faro de Hinomisaki


A Joy le gustan los acantilados y los faros. Son lugares con vistas increíbles. Otoño es una buena temporada para viajar. Así que para octubre de 2012 (todavía estoy poniéndolos al día con los cuentos) planifiqué un viaja para ir a visitar un faro bonito.

Busqué faros en Japón y conseguí uno excepcional: el faro de Izumo Hinomisaki.

El faro era nuestro objetivo, pero conseguimos muchos otros sitios turísticos que visitar en la prefectura de Shimane.



Yo vivo en Ôsaka, que es el número 27 en el mapa, y Shimane es el número 32.

Solicité medio día de vacaciones en el trabajo. El viernes por la tarde agarré junto con Joy un autobús rumbo a Matsue, una de las principales ciudades de Shimane.

Había escuchado que en Matsue hacen una sopa de miso con cierto molusco de la zona. Según se dice, es una sopa deliciosa. En la estación donde nos bajamos conseguimos lo que parecía ser un buen restaurante. Nos metimos y probamos. Yo por lo general no tomo sopa. Es un trauma de la niñez. Sin embargo, esta sopa sí estaba buena. Más pudo la sopa que el trauma.



En la mañana del sábado nos acercamos a la zona del templo de Izumo. Ahí cerca hay un museo sobre sobre el templo y las leyendas de Shimane. Resulta ser que es en Shimane donde se desarrollan muchas de las leyendas shintoístas.

En el museo pudimos ver modelos de escenas de las leyendas. Algunas leyendas son (resumidas):

El dios Susano-o bajó a la tierra y se encontró con una pareja. Casi todas sus hijas habían sido devoradas por la serpiente de ocho cabezas Yamata-no-Orochi. Ya pronto la serpiente venía por la última. Susano-o ordenó a la pareja llenar ocho jarrones con licor. Al llegar, cada cabeza de Yamata-no-Orochi debe el licor y se embriaga. Susano-o no tuvo ningún problema en exterminar a la bestia luego de que se quedó dormida.





Otra leyenda cuenta que al dios Yatsukamizuomitsunu le pareció que la zona de Shimane era muy estrecha, así que agrandó la tierra al traer islas con su soga.



Hay una leyenda que cuenta cómo un conejo que vivía en la isla Oki quería ir a la isla principal. Engañó a unos tiburones para que se formaran en fila "para ver quienes son más, los tiburones o los conejos". El conejo pasó sobre los tiburones hasta la isla principal con el pretexto de contarlos. Pero antes de llegar le dijo a los tiburones cuán tontos eran. El último de la fila no se lo tomó bien y despellejó al conejo. Los hermanos del dios Okuninushi pasaban por la zona, rumbo a pedir la mano de una princesa. Los hermanos engañaron al conejo para que se bañara en agua salada y sufriera más, pero Okuninushi le explicó cómo curarse. En agradecimiento el conejo predijo que sería él quien obtendría la mano de la princesa.



También hay una segunda parte a esta leyenda donde Okuninushi es asesinado dos veces por sus hermanos, y es revivido dos veces por su madre. Luego huye al infra-mundo, se enamora de la princesa de este lugar, le roba la espada a Susano-o y huye junto con la chica. Me pregunto si son leyendas como ésta las que inspiran las épicas del animé.

Luego del museo visitamos el templo shintoísta de Izumo. Es un templo muy antiguo dedicado a Okuninushi quien es el dios de los matrimonios. Muchas parejas van a Izumo para pedir que su amor sea duradero. Nosotros fuimos de pura casualidad :P

En el shintoísmo se tiene la creencia que todos los dioses se reúnen en el templo de Izumo en el décimo mes lunar de cada año. Ahí los dioses deciden los nacimientos, matrimonios y muertes del año que viene. Como en ese mes los dioses se ausentan para atender la reunión, el nombre tradicional del décimo mes lunar es Kannazuki, o "el mes sin dioses". Pero en Shimane se le llama Kamiarizuki o "el mes en que hay dioses".



El templo de Izumo tiene una shimenawa muy característica. Shimenawa es una soga de paja que indica que un sitio es sagrado. La shimenawa de Izumo es la más grande de Japón.



Tuvimos la suerte de ir en el momento en que se celebraba una boda shintoísta. Vimos desde afuera del altar. Cuando terminaron le robamos una foto a las familias.





Luego de almorzar en un restaurante cualquiera agarramos un autobús hasta un sitio cercano al fato de Hinomisaki.

Le tenía a Joy una franela con un poema geek:

«Roses are #FF0000
Violets are #0000FF
All my base
are belong to you
»



El faro de por sí es muy bonito. Arriba la vista es realmente hermosa. Tienes todo el mar enfrente a ti. El sol es radiante. La brisa nunca cesa de visitar. Allá arriba sólo se escucha el mar romper contra el acantilado y de vez en cuando los sonidos de alguna ave. Estar allá arriba es estar desconectado del mundo por un rato. Es como si el vacío te colocase en otro mundo muy distante del nuestro.









Provoca quedarse horas. Pero el viento se hacía cada vez más frío y más fuerte, y el atardecer se acercaba. Yo tenía un plan para el atardecer: pasarlo en la playa de Inasa-no-hama.

En Inasa-no-hama hay una gran roca llamada Benten-Iwa. Al ver semejante roca en la playa, es fácil ver de dónde surje la leyenda del dios que halaba islas hasta Shimane.



El shintoísmo dice que es en esta playa donde llegan los dioses que van a visitar el templo de Izumo. Ahí nos quedamos hasta el final del atardecer.



El día domingo por la mañana tomamos un mini-curso de hacer dulces japoneses, o wagashi. Son dulces frescos hechos con harina de arroz. Por ser frescos y húmedos apenas duran uno o dos días.

La lección la dio un maestro repostero. Era un señor mayor. El maestro tenía un manera de moverse y expresarse que me recordó mucho a una de mis abuelas. Ella en su época moza fue maestra de artesanía. La manera muy directa de enseñar, la forma firme pero no desagradable de corregir, el cómo usa sus manos, todo me recordaba a mi abuela.



La pasta de arroz, las decoraciones de gelatina, y todo lo necesario estaba preparado de antemano. Lo único que hicimos fue ensamblar los dulces. Hicimos dos. Uno con los colores del otoño y uno en forma de castaña. El tercer dulce nos lo dieron de regalo.



Con nuestros dulces a cuestas agarramos un pintoresco autobús hasta el castillo de Matsue.



El castillo en sí no es muy diferente de castillos que había visitado anteriormente. Lo que lo hace especial es que es uno de los pocos castillos japoneses que se conservan en su estado original.





En el jardín del castillo conseguimos una tiendita de té verde. Pedimos sendos té y aprovechamos para comer los dulces que habíamos hecho. Los dulces japoneses solos no saben muy bien. Son un poco pastosos y algo insípidos. Pero al tomarlos juntos con té todo cambia. El té hace que resalte su dulzura, los sabores se tornan vivos, y es más fácil de pasar. Delicioso (:



Con eso cerramos el viaje. Abordamos un autobús de regreso a Ōsaka y a seguir con el trabajo.

Pueden encontrar más fotos en el álbum de Flickr.

2 comentarios:

  1. Muchas gracias joven Simon. He disfrutado tanto su articulo. También soy venezolana.

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  2. Muchas gracias joven Simon. He disfrutado tanto su articulo. También soy venezolana.

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