Miyajima (Hiroshima 2ª parte)
En frente de Hiroshima hay una pequeña isla conocida como Miyajima, o "la isla de los templos". Como dije en el post anterior, aparte del museo de la bomba no hay alguna otra cosa de gran importancia en Hiroshima, por lo tanto salimos de la ciudad y aprovechamos de visitar esta pequeña pero famosa isla.
En contraste con el viaje del día anterior la isla no ha visto momentos históricos, aquí no hay nada de importancia global. Es una sencilla isla con templos y mucha naturaleza, ideal para los que gustan caminar y relajarse en medio de árboles y antiguos altares.
Como la experiencia nuestra fue más de ver y no de aprender no hay mucho que contar, pero sí hay fotos que mostrar.
No conforme con haber mantenido despiertos a mis hermanos y Jun hasta tarde la noche anterior hice que se levantaran bien tempranito. Muy apurados corrimos por las calles de Hiroshima, tomamos un tranvía hasta la última estación y ahí abordamos un ferry.
El propósito de mi apuro en llegar temprano a la isla era ver el así llamado Torii flotante en la marea más alta del día que resultó ser alrededor de las 9:00am…
El Ô-Torii, o Torii flotante, en verdad no flota. Pero como sus bases se cubren de agua con la marea alta pareciera que lo hiciera. Es un símbolo muy reconocido de Miyajima.
El Ô-Torii pertenece al complejo del templo Itsukushima-jinja. Nos paseamos por el templo.
En el templo se mantiene una figura sagrada de un caballo.
En el centro del complejo exhibían el o-mikoshi y unas flechas ceremoniales que son usadas en un ritual una vez al año.
El árbol es decorado con papel blanco para honrar a la deidad del templo según nos explicó el señor que lo acomodaba.
Las personas anotan sus deseos en tablitas que guindan en una sección del templo. La creencia popular dice que eso hace que el deseo se cumpla. Lo malo es que sus peticiones ahoran están a la vista de los curiosos, como nosotros.
Luego de salir de Itsukushima-jinja llegamos a un área abierta enfrente de un templo budista. Ahí pudimos presenciar una ejecución de tambor japonés. Luego hubo unas danzas con una fuerte influencia indú.
Paseamos un rato por la naturaleza. Miyajima es también famosa por ser un gran parque.
Desde el monte en que nos hayábamos se podía apreciar la pagoda de la Miyajima.
Nos topamos con un árbol sagrado, o sus retos mortales, al que le piden deseos y hacen ofrendas.
Caminamos un poco más entre la naturaleza, disfrutando de riachuelos y puentecitos.
Luego decidimos subir hasta el monte Misen, un monte sagrado para los budistas. Las personas más adeptas al hiking pueden disfrutar de 2 horas de inmersión en los diferentes caminos de la montaña, pero nosotros, turistas cansados, decidimos hacer trampa: nos llegamos hasta el teleférico.
Este monte sagrado está habitado ¡por monos japoneses!
A pesar del ahorro en tiempo por el teleférico no pudimos evitar caminar. Desde la estación hasta el circuito donde se encuentran los templos de interés hay que caminar alrededor de una hora. Caminamos esa hora, pero pareció mucho más.
En templo principal de este circuito de la montaña es uno en donde se preserva una llama encendida hace 1200 años por un famoso monje budista. Esa misma llama se utilizó para encender el pebetero que se encuentra en el Parque Memorial de la Paz en Hiroshima, enfrente del museo de la bomba.
Opuesto al templo de la llama sagrada se encuentran los tesoros.
Mi hermano decidió hacer un ritual shintoísta que se ve mucho en el animé: llamar la atención del dios del templo a través de hacer sonar los cascabeles gigantes. Según el shintoísmo, una vez que has hecho que el dios te preste atención puedes pedirle un deseo. En otros lugares se llama la atención de la deidad al juntar dos veces las palmas.
Luego de caminar por el circuito llegamos a un mirador en la parte más alta del monte Misen. Desde ahí se ve Hiroshima y algunas islas del mar interno de Seto.
Para cuando habíamos llegado arriba la marea había bajado.
Luego de la gran caminata regresamos en teleférico, atravesamos más naturaleza.
Nos dirigimos a visitar por segunda vez el Ô-Torii, esta vez seco. Ésta es la vista del templo Itsukushima-jinja desde donde estaría ocupado por el mar.
Existe la creencia de que quienes crucen el Torii flotante tendrán buena suerte, o se les cumple un deseo, o algo por el estilo. Mi hermanita tuvo que correr porque la marea estaba regresando.
Ya el sol estaba cayendo y todavía teníamos cosas por hacer. Una comida típica de Miyajima es el Momiji-manju-furai:
Manju = dulce japonés, por fuera es panqué, por dentro tiene alguna crema
Momiji-manju = manju en forma de hoja de arce
Momiji-manju-furai = Momiji-manju frito (viene del inglés fry).
Tuvimos problema para encontrar la tienda. Como ya era el ocaso muchos comercios ya habían cerrado. El momiji-manju-furai es bueno, me recuerda bastante al sabor de los churros caraqueños.
Mi hermano, amaestrador de venaditos shika.
Caminando por la calle de las tiendas nos topamos con algunas cosas interesanes, como un refresco sabor a berenjena que tenía que probar. Verán, soy de los que encuentran gusto en comer berenjenas. Era imprescindible que la probara en estado líquido… el refresco no es malo, el sabor del vegetal es bastante sutil.
También pudimos visitar la paleta gigante de arroz. Creo que es la más grande del mundo.
Ya era tarde, era hora de regresar a Hirosihma a tomar el bus nocturno de regreso a Ôsaka. Adiós Miyajima, adiós Hiroshima.