jueves, julio 29, 2010

Shakai-jin

Aquellos que han tenido la buena fortuna de seguir la serie de animé Dragon Ball recoradarán con particular cariño el sufijo que se usaba para indicar la raza de algunos personajes. La gente del planeta Namekusei se llamaban Namekusei-jin y los guerreros con cola y gran fuerza eran los Saiya-jin.

El sufijo -jin no es un invento de esta serie, es parte del idoma japonés; se escribe con un kanji que significa "persona"; se pronuncia como se leería en castellano "yin", o sea, como los pantalones "blue-jean"; y denota "ser persona de ~". De modo que una persona de Namekusei es un Namekusei-jin, un mexicano es un Mekshiko-jin y un español es un Spein-jin. Los gentilicios en japonés tienden a ser fáciles de aprender.

Shakai no es un lugar, es una noción. Es ese conjunto relaciones e interdependencias entre las personas. En castellano shakai se dice sociedad. Por lo tanto, ingenuamente uno podría pensar que shakai-jin es una persona de sociedad y, a menos que uno sea un ermitaño viviendo en lo alto de una torre, como toda persona participa de la sociedad toda persona ha ser un shakai-jin.

Sin embargo, en Japón no toda persona es considerada un shakai-jin. Éste es un título especial y genera un aura de respeto. Los niños no son shakai-jin. Los estudiantes, aunque sean universitarios o de postgrado, no son shakai-jin. Las amas de casa y los retirados de la tercera edad no son shakai-jin. El título de shakai-jin se le otorga a aquel que aporta valor a la sociedad a través de su trabajo.

No hay una palabra en castellano que contenga todos los conceptos de shakai-jin, así que trataré de explicar todo lo que rodea a este título con la esperanza de poder transmitir este original concepto.

Ser un shakai-jin es visto como algo noble y elogiable. Y no hay quien desee más un poco de respeto que los jóvenes japoneses. Finalmente se les reconoce como parte activa de la sociedad, como adultos hechos y derechos.

Para la gente de mi labotarorio esto significaba mucho, y no dejaban de recordarme que en pocos meses me convertiría en un shakai-jin. Yo, ignorante del concepto, no sentía ni la menor pizca de emoción en convertirme en un empleado a tiempo completo, que es lo que para mí significaba esta palabra. Pero lo que todos veían era la transición a la adultez completa.

Los shakai-jin son reconocidos como adultos independientes, con todos los derechos y responsabilidades. Tienen derecho al respeto, derecho a gastarse el dinero de cuanta manera ridícula conciban, derecho a estar cansados y estresados, derecho a no ejercer sus derechos de vacaciones anuales, etc.

Claro está, no hay derecho sin deber. La libertad económica y el respeto vienen con una etiqueta de precio. Por un lado la responsabilidad es grande. La responsabilidad en Japón es igual a la misma responsabilidad que uno tendría en occidente más el peso de llevar el nombre de la compañía en tus hombros. Japón es una sociedad de sociedades. Uno nunca es solo, uno siempre es uno en un grupo. De modo que si robas, causas un accidente de tránsito, o haces cualquier cosa que merezca ser nombrada por la prensa, no dirán Simón de Venezuela, sino Simón de Platinum Games. En occidente, si te llevas un semáforo por andar manejando ebrio, eso es problema entre tú y la ley, nadie en tu compañía se molestará por ello. En Japón tendrás a toda la compañía molesta contigo porque has manchado el nombre del grupo; posiblemente perderán algunos clientes, la compañía hará menos dinero y todo será tu culpa. Quién sabe qué te toque más allá, tal vez un despido sería mejor al perenne desprecio silencioso de años por venir.

Sin embargo, no es esta responsabilidad la que define al shakai-jin. En mi experiencia lo que define a un shakai-jin es una constante preocupación por ser considerado con los demás. Ahora bien, no es tan simple como suena.

Esa consideración con el prójimo es un super-conjunto de la buena eduación occidental. Tenemos el básico "buen día", que se da con un tono de voz adecuado y con pronunciación inteligible, incluso al subirse al ascensor. También tenemos el básico ser puntual. Si por alguna causa de fuerza mayor uno va a llegar tarde, aunque sea un par de minutos, uno tiene consideración con el otro y, para evitar que se desespere, llama por teléfono y avisa.

Cuando uno saluda en Japón no da la mano, hace una reverencia. Un shakai-jin sabe que echar la cabeza para adelante cual pájaro a la vez que produce el sonido "~su" no constituye una reverencia, aunque sea común entre los estudiantes. Un buen shakai-jin conoce los distintos tipos de reverencia y hace uso del adecuado. Un inclinación de 15 grados con respecto a la vertical se ejecuta brevemente y es una pequeña señal de respeto. Normalmente va a compañada del saludo "o-tsukare-sama desu". Una de 30 grados dura tan solo un poco más y es más cortés, perfecta para saludar al presidente de la compañía o dar las gracias por un favor. Una de 45 grados es una gran reverencia, debe durar alrededor de 5 segundos y se usa en caso de una grave falta de respeto, algo que merezca una disculpa profunda. No hay inclinación mayor que esta.

Cuando un shakai-jin va a tomar asiento toma en cuenta el principio del "kami-za, shimo-za", es decir, "puesto superior, puesto inferior". Evidentemente, hay mejores puestos y peores puetos, y es deber del considerado shakai-jin ser considerado con los demás y ofrecer los mejores asientos a superiores e invitados. En un taxi el mejor asiento, el "kami-za", es el que está en la parte posterior y opuesto al conductor, porque es el de más fácil acceso; mientras tanto, el "shimo-za" será el asiento del medio, por ser el más incómodo. En un ascensor el "kami-za" será la parte de atrás del mismo, pues no hay que preocuparte por hacer espacio para los otros pasajeros ni bajar y subir del aparato para permitir que los demás puedan salir y entrar; el "shimo-za" será el lugar enfrente del tablero de control, porque le toca operar la máquina y bajar y subir según sea requerido por los demás.

Cuando un shakai-jin acuerda una reunión llamará el día anterior para recordar la cita a la otra persona, será puntual y no tomará alcohol en el almuerzo anterior a la reunión para evitar ofender con el olor. Cuando conoce a una nueva persona intercambiará tarjetas de presentación sosteniendo la suya con ambas manos, de modo que la otra persona no tenga que rotarla para leerla. No doblará ni rayará la tarjeta recibiba. Tampoco la guardará, de modo que siempre tenga a la vista el nombre del interlocutor, lo que es un signo de respeto y consideración.

De Japón es bien conocido que se utiliza el honorífico -san luego de los nombres de las personas. Ahora bien, un shakai-jin sabrá cúando y cuándo no utilizar dicho sufijo. Dentro de la compañía se utilizará para referirse o para hablar con superiores. Fuera de la compañía se utiliza con cualquier persona. Sin embargo, si estoy hablando con alguien fuera de la compañía y me refiero a mi jefe no puedo utilizar -san. Aunque sea el presidente de la compañía tengo que referirme a él a secas. La razón es que -san es un honorífico relativo, y al llamar a mi jefe con -san estoy forzando mi jefe por encima de mi interlocutor, lo que no es ser muy considerado. Claro está, si estoy hablando con mi jefe, aunque sea en presencia de personas de afuera, me toca utilizar -san. Hay una excepción y es que uno no utiliza -san cuando llama a una persona por un título que ya tiene cierto honor. Es una falta de respeto decir "presidente-san", porque es un doble honorífico, y todos los doble-honoríficos están reservados para la familia Imperial.

Al uno ver cortesía tan abundante como el aire brotar por cada detalle y movimiento queda claro porqué Japón funciona: los engranes de esta sociedad están lubricados con el esfuerzo y consideración de los shakai-jin.

Son las personas que producen, las que toman los trenes atestados para ir a crear significado con su trabajo, los que se esmeran por que el otro se sienta agradado con cortesías los que se ganan el título de shakai-jin.